Explicación Malaquias 3:6-12

Monedas de ofrenda Malaquias

Indice de contenido:

El libro de Malaquías es el último de los profetas menores del Antiguo Testamento, y contiene un mensaje de advertencia y esperanza para el pueblo de Israel. En el capítulo 3, versículos 6 al 12, el profeta confronta a los israelitas por su infidelidad a Dios, especialmente en el asunto de los diezmos y las ofrendas. Les recuerda que Dios es inmutable y fiel a su pacto, y les promete bendiciones materiales y espirituales si se arrepienten y le obedecen. Este pasaje nos enseña sobre la soberanía, la justicia y la gracia de Dios, y sobre nuestra responsabilidad de honrarle con nuestros bienes y nuestro corazón.

Versículo 6

Este versículo empieza con una declaración de parte de Dios, y debe entenderse como una respuesta de parte de Dios ante las insolencias del pueblo de Israel. Sus preguntas no son dudas, sino cuestionamientos incrédulos de un pueblo que ha recibido gracia múltiples veces.  Pero ¿Cuál es la razón que los Israelitas no hayan sido consumidos a pesar de los duros de corazón que han sido? Escrito está “Yo, el SEÑOR, no cambio. Por eso ustedes, descendientes de Jacob, no han sido exterminados.”

La expresión es hijos de Jacob, y generalmente se usa para referirse la descendencia de la cual vienen: el tramposo Jacob. Alguien que no merecía ni la más mínima gota de gracia, el mismo que se aprovechó de su hermano y que engaño a su padre. Son hijos de Jacob, aquellos que se mantienen en pie porque Dios no cambia.

Estamos ante la doctrina de la inmutabilidad de Dios (Sal. 102:26; Heb. 6:18; 13:8; Stg. 1:17), en la cual Dios indica que no es un hombre para que se arrepienta ni cambia de parecer, el mismo llevará acabo sus propósitos eternos. Este mismo permanecer de Dios en misericordia y gracia es suficiente para que ellos no perezcan (Sal. 103:17; Lam. 3:22-23; Ro. 5:10). Y esta es la única razón, no hay otra que buscar.

Versículo 7

Este versículo llama a los Israelitas a arrepentirse, haciendo referencia a sus antepasados (Dt. 31:20; Neh. 9:16-17, 26; Hch. 7:51-52), lo cual demostraba que la conducta usual de los Israelitas era apartarse de su Dios, mientras que la conducta Dios era la de mantenerse inmutable. Es esta misma razón la cual ha hecho que ellos no desaparezcan a totalidad. Lo que dice Dios es que ellos se han apartado de sus preceptos, término que refiere a las leyes de Dios como estatutos, preceptos y ordenanzas (ej: Ex. 15:25; 18:6; 30:21; Sal. 148:6; Job. 28:6).

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Es importante entender que este apartarse es igual a desobedecer las leyes de Dios, el estar lejos de Dios es igual a desobedecer sus mandamientos.

Dios mismo llama a los Israelitas a volverse a Él y él se volverá a ellos, es un llamado a vivir vidas de obediencia genuina y buscar obedecer sus preceptos adecuadamente, es un compromiso de obediencia firme y Dios se acercará a ellos, el cual es una promesa y un llamado constante de parte de Dios a su pueblo (Os. 14:1; Ez. 18:30-32; Jer. 3:22; Zac. 1:3; Stg. 4:8).  Es interesante notar que volverse a Dios no es descrito simplemente como leer la Escritura y orar, sino como obedecer todos sus preceptos.

Pero ellos replican (como lo han hecho en todo el libro) ¿De qué forma debemos volvernos? Esta pregunta abre la oportunidad de que el texto cobre una nueva dimensión para Dios y da una respuesta adecuada a estos hombres, veamos.

Versículo 8

La pregunta que se plantea es un interrogante de posibilidad “¿Acaso roba el hombre a Dios?” la respuesta es sí “¡Ustedes me están robando!” -Dios responde la pregunta, existe una acusación de un Dios todopoderoso a un pueblo ladrón: ustedes son unos ladrones, ustedes me han robado.

Aún más, pareciera que ellos no entienden de que le están hablando “¿En qué te robamos?” (uso del término en Pr. 22:23) claro que ellos no podían ir al cielo y tomar un pedazo para ellos, ¿Cómo era posible este robo? Dios es claro: En los diezmos y en las ofrendas.

Es decir, ellos robaban a Dios al no cumplir con su deber financiero dentro de su relación de pacto. La Escritura es clara en cuanto a los mandamientos económicos sobre los diezmos y las ofrendas (Pr. 3:9-10; Lev. 5:15-16; 18:21-32; Neh. 13:4-14). Y contenían una función dentro del buen funcionamiento dentro del templo, con esto se pagaban los sueldos y mantenían los servicios del templo. Un problema semejante existía en Nehemías, los Levitas dejaron de servir porque los Israelitas se habían negado a sostenerlos, por tanto; no había templo, no había sacrificios y no había adoración (cp. Neh. 13:10-14).

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Versículo 9

Este era un pecado que acarreaba maldición, y toda la nación estaba bajo maldición (Dt. 28:15-19; Jos. 7:12-13; Hag. 1:6-11; 2:14-17), la cual estaba relacionada a su infidelidad con las ofrendas. En las Escrituras existen tres tipos de maldiciones, la maldición de la creación, las maldiciones interpersonales y las maldiciones del pacto, esta se refiere a la última (ver Dt. 27-28).

Estas maldiciones son recreadas en el NT como regreso parcial a la esclavitud espiritual, de forma que existe una decadencia y falta de vigor e identidad dentro de la Iglesia (cp. Jn 8.34-47; Ro 6.20; Gal 4.8; Jud 6), Israel había salido del exilio el cual una indicación de su maldición, pero aún seguían exiliados espiritualmente. Cristo mismo toma para si mismo la maldición de la Ley (Gal. 3:14).

La expresión “gran maldición” (NVI) y “malditos con maldición” (RV60) expresa un énfasis, la LXX transmite la idea a través de un verbo y un participio adjetival, indicando así la forma como se transmite en hebreo. La maldición queda clara: a causa de su infidelidad en las ofrendas y pactos, ustedes ladrones de Israel, ustedes que me han robado, son doblemente malditos.

Versículo 10

Luego de afirmar la maldición, hace un llamamiento a buscar la bendición por medio de la obediencia, indica que sean íntegros en sus ofrendas y que traigan aquello que les corresponde. Indica que así habrá comida en mi casa, lo cual implicaba que Dios mismo habitaba en su templo, y al no dar al templo estaban robando a Dios. El traer al templo significaba algo sumamente importante. En el NT esta casa viene a ser la Iglesia (cp. 1 Ti. 3:15), y, en consecuencia, estos imperativos se trasladan al mantenimiento en la Iglesia.

Y en cuanto a este Dios dice ¡Pruébenme! Un mandamiento bastante extraño, y bastante inusual. Pero aquí se ve que lo que Dios está reprendiendo es la incredulidad de los hombres, la idea establecida en la Ley de que Dios bendecirá el camino de aquellos que le honran con sus riquezas (2 Co. 9:6-8).

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A ver si yo no abro las compuertas del cielo y derramo sobre ustedes bendición hasta que sobreabunde ¡Esto es sorprendente! Este lenguaje es usado en otras ocasiones para describir un diluvio de consecuencias cósmicas (Gen. 7:11), pero este es un diluvio de bendiciones (Dt. 15:10; 28:12; Sal. 65:9-13), lo cual es un reto a la fe de los Israelitas, ellos estaban en un exilio espiritual causado por su duro corazón y por su incredulidad, en el NT estas promesas cobran un aspecto diferente, puesto que también se nos promete al dar, pero también al abandonar riquezas por el reino de Dios (Mar. 10:29-30).

Estas bendiciones vienen conjuntamente con declaraciones de la presencia de Dios y su favor para con su pueblo en medio de ellos (Lev. 26:3-4, 9-13; 2 Cr. 31:10; Luc.  5:6-7), no sin razón afirmamos y creemos lo que dice la Escritura de poner en primer lugar el reino de los cielos (Mt. 6:33).

Versículos 11 al 12

En el verso 11 afirma que Dios quitará la maldición (cp. Dt. 28:16, 18, 23, 38, 39, 45-46), lo cual implicaba que Dios aceptaría su arrepentimiento para sanar la tierra (2 Cr. 7:12-16), lo cual es la fuente de bendición para las naciones establecida en el templo. El pacto de Dios constituye por la fidelidad y las promesas, por la obediencia y la fe, sin estos no tiene sentido alguno, y cobra sentido en la forma como el pueblo se conduce pese a las circunstancias.

Estos versículos nos dan una idea de las circunstancias y razones de los Israelitas con relación a su mala administración financiera, era un asunto de fe.

Pero cuando esto sea Dios de su lluvia de bendición, las naciones paganas nos llamarán dichosos, porque el mismo habrá prosperado nuestro camino con relación a su favor sobre nosotros.  La bienaventuranza de haber recibido las bendiciones de Dios, la bendición de ser un pueblo que honra a Dios con sus finanzas.

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