El pasaje de 1 Juan 3:19-24 es una joya teológica que explora cómo encontrar seguridad en nuestra relación con Dios, especialmente cuando nuestras conciencias nos condenan. En un mundo donde la búsqueda de seguridad domina nuestras decisiones, este texto nos invita a depositar nuestra confianza en el carácter perfecto de Dios, vivir en obediencia y experimentar la plenitud de la fe. A continuación, se analiza versículo por versículo para comprender su profundidad y aplicación.
1 Juan 3:19-20 – Seguridad en el conocimiento de Dios
«Esto sabremos que somos de la verdad y nos sentiremos seguros delante de él: aunque nuestro corazón nos condene, Dios es más grande que nuestro corazón y lo sabe todo.»
Juan comienza afirmando que podemos saber que estamos en la verdad. Este conocimiento no es solo intelectual, sino un entendimiento seguro que produce paz interior. Sin embargo, el apóstol reconoce que nuestros corazones pueden condenarnos debido a nuestras fallas.
Aquí radica el consuelo: Dios es mayor que nuestro corazón. Aunque nuestras emociones y conciencias sean implacables, Dios tiene un conocimiento perfecto que supera nuestra limitada percepción. Este conocimiento perfecto nos permite descansar en Su grandeza y misericordia, encontrando seguridad incluso cuando no alcanzamos su estándar de justicia.
1 Juan 3:21 – Confianza para acercarnos a Dios
«Queridos hermanos, si el corazón no nos condena y tenemos confianza delante de Dios»
Un corazón que no condena puede acercarse con confianza al trono de la gracia. Cuando reconocemos que Dios es más grande que nuestros errores, nuestra relación con Él se transforma. Este versículo enfatiza que nuestra confianza no depende de nuestra perfección, sino de nuestra fe en el carácter perfecto de Dios.
1 Juan 3:22 – Obediencia y respuesta a la oración
«Recibimos todo lo que pedimos, porque obedecemos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada».
La obediencia es una parte integral de nuestra relación con Dios. Según Juan, recibimos lo que pedimos porque guardamos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada. Este principio no implica que la obediencia sea una moneda de cambio, sino una expresión natural de nuestra relación filial con Dios.
Jesús modeló este principio al vivir en perfecta obediencia al Padre (Juan 8:29). Así, cuando nuestra voluntad se alinea con la suya, nuestras oraciones reflejan su voluntad y, por tanto, son respondidas.
1 Juan 3:23 – El mandamiento de la fe y el amor
«Y este es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo y que nos amemos los unos a los otros, pues así lo ha dispuesto»
Juan resume los mandamientos de Dios en dos: creer en Jesucristo y amar a los demás. La fe en Jesús como Salvador y Señor es el fundamento de la vida cristiana. Es el acto que nos da vida eterna y nos conecta con Dios.
El amor hacia los hermanos es la manifestación tangible de esta fe. Juan enseña que la fe y el amor están entrelazados; no pueden separarse. Amar a los demás refleja la esencia del Evangelio y demuestra nuestra obediencia a los mandamientos divinos.
1 Juan 3:24 – Permanecer en Dios por medio del Espíritu
«El que obedece sus mandamientos permanece en Dios y Dios en él. ¿Cómo sabemos que él permanece en nosotros? Por el Espíritu que nos dio».
Finalmente, Juan habla de la permanencia mutua entre Dios y los creyentes. Permanecer en Dios implica obedecer sus mandamientos y vivir en comunión con Él. A su vez, Dios permanece en nosotros a través de su Espíritu, quien actúa como testimonio de esta relación.
La obediencia no es un requisito para ganar el amor de Dios, sino una evidencia de nuestra unión con Él. La relación es íntima y recíproca, cimentada en la acción transformadora del Espíritu Santo.
El pasaje de 1 Juan 3:19-24 es un recordatorio poderoso de que nuestra seguridad no proviene de nosotros mismos, sino de Dios. Su conocimiento perfecto, su llamado a la obediencia y su don del Espíritu Santo nos guían hacia una vida de fe y amor. Al vivir en la verdad del Evangelio, experimentamos la paz que supera nuestras dudas y el poder para acercarnos confiadamente a Él. Este texto nos invita a vivir con seguridad y plenitud en Cristo.