Introducción al libro del profeta Habacuc: fecha, contexto, mensaje, divisiones y acerca del profeta
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Habacuc es uno de los profetas menores más conocidos por los cristianos después de Jonás y Óseas. El libro nos muestra cómo el profeta abre su corazón y hace clamores piadosos a Dios pidiendo una respuesta y entendimiento acerca de las circunstancias adversas que vivía.
Habacuc tiene un mensaje precioso y necesario para la iglesia de hoy día: confiar en la manera en los tiempos y en la manera que Dios realiza sus juicios. Juicio y salvación están íntimamente relacionados en este libro.
También contiene verdades fundamentales para la fe cristiana, tales como: “el justo por la fe vivirá” (Hab. 2:4; Rom. 1:17; Gal. 3:11; Hb. 10:38). Y sus profecías tienen su pleno cumplimiento en Cristo Jesús.
Te explicamos a detalle todo lo que necesitas saber para entender el libro de Habacuc.
Trasfondo y contexto histórico del libro de Habacuc
El libro de Habacuc se desenvuelve entre tres eventos importantes:
- La caída de Nínive
- El levantamiento del reino babilónico
- Y la invasión caldea de Judá (Hab. 1:6, 10)
El libro directamente no menciona la caída de Nínive, pero históricamente sabemos que la derrota y la destrucción de Nínive fueron esenciales para el levantamiento de los caldeos. Por lo que este evento ya está implícito en el levantamiento del imperio babilónico.
Por eso los eruditos ubican Habacuc entre el 625 y el 598 a.C. aproximadamente. Por lo que fue contemporáneo con los profetas Nahúm, Jeremías, Sofonías y probablemente Joel.
- Nahúm: profetiza la caída destrucción de Nínive, la cual era la capital y el centro de comandos de los asirios (Nah. 3:7).
- Jeremías: el profeta profetiza la caída de Judá y el exilio en Babilonia, y experimenta la invasión de los Caldeos.
- Sofonías: su oficio profético se desarrolló durante el periodo del rey Josías (Sof. 1:1), por lo que es contemporáneo con Jeremías también. Profetizó la destrucción de Asiria y el levantamiento de otro reino más fuerte: los caldeos (Sof. 2:12-13).
- Joel: aunque no da una fecha exacta, el juicio del capítulo describe perfecta la caída de Judá a mano de los caldeos y el exilio a Babilonia (Jl. 1:3-20; 3:1).
Los versículos 6 al 11 del capítulo 1 de Habacuc describen de una manera muy gráfica la fuerza y las hazañas militares de los caldeos. Habacuc los describe como una nación:
- Cruel y presurosa.
- Deseosos de mucho poder.
- Poderosos e imparables.
Lo que describe muy bien las campañas militares de Babilonia. Llegaron a ser tan fuertes que Nabucodonosor hizo huir a una nación tan fuerte como eran los egipcios en la batalla de Carquemis.
¿Quién fue el profeta Habacuc?
Habacuc es uno de los tantos profetas misteriosos que tenemos en la Biblia, puesto que no tenemos tantos detalles ni muchas descripciones que nos permitan reconstruir la vida del profeta.
Sabemos que fue profeta porque el libro comienza mencionándolo de esa manera (Hab. 1:1). Sin embargo, podemos intentar hacer una reconstrucción general a partir de los datos que tenemos:
- Habacuc era del reino del sur, del reino de Judá, puesto que en ese momento el reino del Norte había sido exiliado por los asirios. La evidencia interna parece demostrar que Habacuc fue un profeta de Jerusalén, el lugar donde estaba el templo, especialmente por la oración-cántico que encontramos en el capítulo 3.
- El profeta demuestra tener un alto sentido de justicia como consecuencia de su conocimiento de Dios y de su palabra. Eso es lo que da lugar a las quejas que encontramos en el libro.
- El salmo que encontramos en el capítulo 3 es un indicativo de que el ministerio de Habacuc estaba relacionado con el templo. No es posible afirmar qué tipo de relación tenía ni que el profeta pertenecía a los levitas o al linaje sacerdotal. No obstante, lo más probable es que al igual que otros profetas, Habacuc ejerciera su ministerio a las afueras del templo de Dios.
- El profeta tenía un buen conocimiento acerca de la palabra de Dios. En 3:1, el profeta recuerda las obras de Dios en el pasado que están registradas en su palabra. De hecho, la profecía de 3:3-15 es a la vez un recuento de las obras pasadas del Señor desde el Éxodo de Egipto hasta la conquista de Canaán.
Divisiones del libro de Habacuc
El libro de Habacuc tiene tres capítulos y se divide a partir de tres oraciones. Dios responde las primeras dos oraciones de Habacuc y la tercera es una oración de alabanza al Señor.
Es importante notar que en cada oración vemos una actitud distinta de parte del profeta. Con cada respuesta, el Señor trata con el corazón de Habacuc y el profeta pasa de quejarse a levantar una oración de alabanza a Dios en la que reconoce que Dios es Santo, Sabio y Bueno. Por lo que le alabará en sea cual sea la situación en la que se encuentre (3:17-19).
Veamos el esquema del libro de una manera más detallada:
- La queja de Habacuc y la respuesta de Dios (1:1-12).
- La queja del profeta sobre la justicia de Dios (1:1-4).
- La justicia de Dios y el levantamiento de los caldeos (1:5-12).
- La espera de Habacuc en el juicio de Dios (1-13-2:20).
- Las preguntas del profeta (1:13-2:1).
- La venida del juicio divino contra los caldeos (2:2-20).
- La alabanza de Habacuc y la venida del Guerrero divino (3:1-17).
- La venida del guerrero divino (3:1-16).
- Declaración de confianza en el Señor (3:17-19).
¿Qué problema plantea el libro de Habacuc?
Ahora veamos directamente cuál es el problema que plantea el libro de Habacuc. Entender el problema nos permitirá comprender con mayor profundidad el mensaje del libro.
Habacuc nos presenta los problemas internos que el profeta tiene con la manera de actuar de Dios. Estos problemas son presentados a través de oraciones alrededor del libro.
En concreto, podemos identificar tres problemas principales con los cuales luchaba el profeta:
El problema de la justicia de Dios
El profeta tiene problemas para entender cómo actúa la justicia de Dios. En Jerusalén predominaba la destrucción, la violencia y la injusticia. Tan mal está la situación en el reino del sur que Habacuc compara la maldad de los judíos con la crueldad de los impíos que no conocen a Dios (1:4).
Lo más seguro es que el profeta esté haciendo referencia al rey Joacim, el cual era un rey cruel que torcía la justicia (Jer. 22:13-25). De hecho, la profecía dice que Nabucodonosor tomó el reino cuando Joacim estaba reinando (vs. 25; 2 Re. 24:1-4), por lo que es clara la referencia.
El profeta no entiende por qué Dios no hace justicia por más crueldad que haya en el pueblo. Habacuc se siente frustrado porque el Señor no salva a su pueblo ni responde a sus oraciones. Dios permanece callado y a los ojos del profeta no parece tener intenciones de hacer justicia (1:2-3).
Habacuc no entiende cómo funciona la justicia de Dios:
- ¿Cómo es que el Señor ve el mal y no hace justicia?
- ¿Cómo es que el Señor ve a su pueblo sufriendo y no lo salva?
- ¿Por qué Dios se tarda en responder a la oración de clamor de su pueblo?
Debemos tener cuidado de atribuir algún tipo de pecado al profeta. Estas preguntas, quejas y clamores son las de hombre piadosos que conoce el carácter de Dios. Pero que sinceramente no entiende la manera de actuar de Dios y busca respuestas de parte del Señor.
El problema de la soberanía de Dios
El segundo problema está directamente relacionado con la soberanía de Dios. En concordancia con otros pasajes de la Escritura, el texto claramente dice que Dios fue el que levantó a los caldeos para llevar a cabo su juicio (1:6; Jer. 21:7; 25:9; 27:6).
Al profeta le cuesta entender la armonía que existe entre la santidad de Dios y la soberanía de Dios (Hab. 1:12-13).
- ¿Cómo es que un Dios Santo puede permitir que un reino tan cruel y perverso prospere?
- ¿Cómo es que un Dios Justo puede utilizar a tales impíos para llevar a cabo su justicia?
Sin embargo, aunque la cuesta entender cómo se relacionan ambos atributos de Dios, el profeta nunca duda de ninguna de las dos:
- Por un lado, reconoce que Dios es Santo y muy limpio de ojos. Por lo que estas acciones nunca están motivadas por el pecado. No hay pecado en la manera de actuar de Dios (vss. 12-13).
- Por eso, reconoce que Dios mismo puso allí a los caldeos para hacer juicio y para bendecir a su pueblo (vs. 12).
El problema de la fe
Lo que está en juego en todo el libro es la fe de Habacuc. La confianza del profeta se tambalea al no entender el modo de proceder de Dios. La fe del profeta se pone a prueba para aprender a confiar en Dios aun cuando las cosas no sean favorables y cuando se sintiera tentado a cuestionar el modo de actuar de Dios.
¿Cuál es el mensaje teológico del profeta Habacuc?
Habiendo entendido el problema que plantea el libro de Habacuc, ahora podemos ver con más detalle su mensaje central. Podemos resumir el mensaje principal del profeta Habacuc en la siguiente frase:
Dios administra soberanamente su justicia en el tiempo y la manera que él ha designado para el castigo de los malos y el bien de su pueblo, por lo que siempre debemos confiar en él sin cuestionar los planes de Dios.
Vamos a desglosar este enunciado en tres partes:
La justicia de Dios
Habacuc no entiende la manera en que Dios administra su justicia. Dios tarda en hacer justicia y luego utiliza hombres más injustos para castigar la maldad de su pueblo.
Y lo primero que muestra el Señor es que Él hace justicia cuando quiere y como quiere. Él es el juez de todos los hombres, el Señor de los cielos y de la tierra, y por tanto, Él administra la justicia en su tiempo y no en el nuestro.
No se trata de que el Señor no vaya a hacer justicia, se trata que Él es más sabio que nosotros y sabe cuál es el mejor momento para castigar al que hace lo malo. Por eso, no hay nadie quien le diga: “¿qué haces?” (Dan. 4:35).
Un clamor similar lo encontramos en el salmo 73, donde el salmista recuenta cómo tuvo envidia de los malos al ver que Dios no los castigaba por sus pecados, sino que prosperaban mientras que él siendo justo sufría como un pecador.
Sin embargo, el salmista entiende que el juicio de Dios es seguro, aunque parezca tardar (Sal. 73:17-20). Los malos serán castigados por todas sus iniquidades.
Dios le muestra a Habacuc que su juicio llegaría: los caldeos destruirían Jerusalén (1:6). Los judíos debían ser castigados por toda su maldad. Y el castigo que recibiría sería la destrucción de Jerusalén y el exilio a Babilonia.
Sin embargo, nuevamente Habacuc de una manera piadosa pide a Dios que haga justicia contra el malvado extranjero que oprime a su pueblo, pues este es más cruel y malvado, y hace que su pueblo sufra.
Dios nuevamente le responde que con total seguridad su juicio caería sobre Babilonia, después de 70 años de cautiverio (2:2-20; Jer. 25:11). La idolatría, la crueldad, el orgullo y la inmoralidad de Babilonia sería castigada. En una sola noche, Belsasar perdió el reino (Dan. 5:25-31).
El juicio no siempre es comprensible para nosotros y no sucede en el tiempo que queremos. Pero Dios es un Juez Justo que dará a cada uno conforme a sus obras. Y por tanto, debemos confiar y a esperar en la justicia de Dios. No tomando la justicia por nuestras propias manos, sino esperando a que Dios realice su venganza (Rom. 12:19).
La soberanía de Dios
El libro nos muestra con total claridad la soberanía y el poder de Dios. Ni maldad de Joacim y su reino, ni la maldad de los babilonios, ni la de ningún otro reino escapa del control total de Dios.
El Señor conoce la iniquidad de ellos y es tan grande y poderoso que puede utilizar la maldad de otros para llevar a cabo sus juicios. Los Babilonios fueron utilizados por Dios como un instrumento de juicio, aunque ellos en sus pensamientos sólo concebían el mal.
El texto plantea que Dios utiliza aun a los malvados para llevar a cabo sus planes, aunque ellos mismos lo único que deseen sea hacer su voluntad y pecar contra Dios. Dios no puede ser tentado ni tienta a nadie (Sant. 1:13). Dios no es autor de pecado.
Sin embargo, ni siquiera los hombres más crueles se salen del control de Dios.
La salvación por medio de la fe
A pesar de que Dios anuncia la destrucción de Jerusalén, Dios no destruirá completamente a su pueblo. Dios no permitió que todo su pueblo pereciera (1:12). Todavía hay esperanza de salvación, el Señor mantiene su promesa.
Todo aquel que ponga su fe en las promesas de Dios y en el modo de actuar de Dios, viviría y permanecería en el cautiverio. El Señor anima a su pueblo a confiar en él, a someterse al juicio y a esperar en el modo de obrar de Dios.
Esta confianza en las situaciones adversas fue la que mostró el patriarca José cuando fue entregado por sus hermanos, y su situación empeoraba cada vez más. Dios utilizó la maldad de sus hermanos para bendecir a todas las naciones (Gén. 50:20).
Perspectiva Cristocéntrica del libro de Habacuc
En Cristo Jesús vemos plenamente el cumplimiento del mensaje y de las profecías que encontramos en el profeta Habacuc.
En Cristo Jesús se juntan la justicia, el juicio y la soberanía de Dios. Jesus fue entregado por manos de inicuos. Pero Dios utilizó soberanamente la maldad de los escribas, fariseos, sacerdotes, judíos y gentiles para entregar a Cristo a la muerte, ya que por medio de la muerte de Cristo el pecado y la muerte serían juzgados, Satanás vencido y su pueblo redimido (Hch. 2:23).
En la muerte de Cristo vemos:
- El juicio de Dios sobre el pecado, la muerte, el diablo y todos sus enemigos.
- La justicia de Dios ofreciendo perdón gratuitamente a todos los que estábamos bajo maldición.
- Y soberanía porque Dios convirtió las malas intenciones de los inicuos en redención y salvación para todo el mundo.
En Apocalipsis 18, se vuelve a utilizar la figura de Babilonia para describir la arrogancia, idolatría e inmoralidad que predomina en nuestros tiempos. De hecho, es muy interesante las similitudes que existen entre los pecados que acusa Dios en Habacuc 2:3-20 con los que describe Apocalipsis 18.
Y de la misma manera que la antigua Babilonia cayó por su inmoralidad y corrupción, la nueva Babilonia, la Gran Babilonia también será destruida y vencida por la venida inminente del Señor (Apo. 18:10).
Habacuc profetizó la venida de Dios como un guerrero divino que vendrá a salvar a su pueblo y a destruir a sus enemigos (Hab. 3:3). Esta venida del Señor se cumplió cuando Dios visitó a Belsasar y le quitó su reino, permitiendo que Israel volviera nuevamente a la tierra prometida.
Sin embargo, este texto profetiza aún más allá, a la venida del Mesías. En Habacuc 3:13, tenemos claramente una referencia a la venida del Ungido (Mesías en hebreo y Cristo en griego). La SBT traduce de manera correcta este texto diciendo: “saliste para salvar a tu pueblo, para salvar con tu ungido”.
La profecía que a través del Ungido Dios llevaría a cabo esta salvación y este juicio. Apocalipsis 19:11-22 describe a Cristo como un guerrero que viene del cielo (divino) a destruir a todos sus enemigos y a salvar a su pueblo.
Cristo vendrá por segunda vez como el Rey de reyes y Señor de señores a poner bajo sus pies a todos sus enemigos, con grandes señales y prodigios. Y toda rodilla se doblará y toda lengua confesará que Jesucristo es el Señor para gloria de Dios Padre (Fil. 2:9-11).