Explicación Malaquias 3:1-5

Juan el bautista profecia de Malaquias

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El libro de Malaquías es el último de los profetas menores del Antiguo Testamento, y contiene una serie de mensajes de Dios al pueblo de Israel, que había regresado del exilio babilónico, pero que se había apartado de la fidelidad a la alianza. En el capítulo 3, versículos 1 al 5, encontramos una de las profecías más importantes y esperanzadoras de Malaquías, que anuncia la venida del mensajero de Dios, que preparará el camino para el Señor, y la venida del Señor mismo, que purificará a su pueblo y juzgará a los impíos. En este artículo, vamos a explicar el significado y la aplicación de este pasaje, considerando su contexto histórico, su cumplimiento en el Nuevo Testamento, y su relevancia para la iglesia de hoy.

Versículo 1

Este pasaje es citado por todos los evangelios (ver Mt. 11:10-11; Mar. 1:2-3; Luc. 1:76; 7:26-28; Jn. 1:6-7), y se cumple en relación con la llegada de Cristo y el pre-anunciamiento del Juan el Bautista.

La pregunta del 2:17 queda respondida con este anunciamiento ¿Dónde está el Dios de justicia? Y el Dios de justicia se encarna y vive entre nosotros, lleno de gloria y majestad. Este anunciamiento de Juan tenía el reordenar las cosas, llamar y bautizar a los hombres para arrepentimiento, colocar sendas rectas, tener discípulos que siguen sus enseñanzas, etc.

Este versículo tiene relación con el 4:5 donde Dios promete, al final de los tiempos del Antiguo Testamento, enviar un mensajero y a “Elias” antes de la llegada del Mesías. Ahora, ya dejando claro este asunto, nos encargaremos del mensaje principal, Dios ha de enviar al mensajero del pacto.

Notemos que este mensajero preparara el camino delante de Él, la idea es de alguien que ajusta toda la casa para recibir una visita esperada, parecido a los heraldos de la antigüedad que iba delante del rey para asegurarse de que todo estuviera listo para recibir al rey. Así, Juan el bautista, debía preparar todo para que Dios mismo viniera ante el pueblo de Israel.

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Este es un pasaje que sin duda promete no tan solamente la encarnación, sino el ministerio activo de Cristo en medio de su pueblo, puesto que Juan no fue enviado, en cierto sentido, hasta que había cumplido cierta edad (aproximadamente 30 años).

Afirma que vendrá a su templo (Hag. 2:7), una referencia que Jesús hizo constantemente al templo (Jn. 2:19), al llegar al templo (al cumplir esta profecía) dejo en claro que este templo era su propio cuerpo, esta llegada al templo bien es cierta en relación con el templo de Jerusalén, pero también es cierta a la encarnación; Dios se hizo tabernáculo a revestirse de carne humana.

Existe dos cosas que mostrar en este texto, y es la indicación del ángel como a quien buscan y desean; Dios mira el deseo y anhelo interno de estos Israelitas, a aquel que ellos buscan y desean ha de venir. En cierto sentido se debe entender 2:17 como cierta decepción esperanzada en Dios, al parecer su justicia no encontraba satisfacción.

Versículos 2 al 3

Estos versículos refieren al día del Señor, un concepto complejo desde el punto de vista de la profecía y el cumplimiento en el NT. Por el momento debemos decir que las características de este día presentes en este pasaje es que será como fuego consumidor o lejía, es decir, será de juicio y pureza para con el pueblo de Israel (v. 5).

Particularmente se refiere a los levitas, e indica que en ese día Dios se sentará (dedicará concentradamente) a purificar a los levitas. Estos representan el aspecto religioso de los Israelitas, el servicio en el templo y la adoración genuina; una figura de la piedad requerida por el Dios justo (2:17).

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¿Es el día del Señor un día para juicio o para purificación o ambas?

Luego daremos respuesta a esta pregunta, pero lo que afirma que es a causa de esta purificación, se ofrecerán ofrendas agradables al Señor. Lo que confirma el punto anterior, los principales que ofrecían ofrendas eran los Israelitas, el deber de los levitas era administrarlo.

En el NT se les llama a los cristianos real sacerdocio (como los levitas), lo cual debería dar como resultado una adoración genuina a Dios conforme a la justicia (Sal. 69:30-31; Os. 144:2), estas ofrendas vienen a ser representadas en el NT como formas de piedad y obediencia.

El día del Señor: se refiere a cualquier día, según los profetas, en el cual Dios obrara en medio de su pueblo (Is. 13:6; Ez. 13:5; Am. 5:18), en el NT este día viene a ser el final de la era (1 Ts 5.2; 2 Ts 2.2; 2 P 3.10) aquí pareciera interrelacionarse la primera y la segunda venida, la montaña vista desde la primera ladera. El enfoque es doble, claramente, es el juicio del Dios de justicia, como es la purificación del Dios de justicia.

La forma como Dios manifiesta y responde la pregunta ¿Dónde está el Dios de justicia? Es respondida por su juicio final y devastador, como también a través de su santificación en su pueblo. Ambas cosas suceden en Cristo, su purificación por su sangre y su espíritu, pero también su juicio al final de los tiempos.

Versículo 4

Este verso es consecuencia directa de la declaración de purificación de Dios en el verso 3, las cuales serán aceptas solamente a través de un pueblo que cumpla con actitudes y corazones adecuados, la figura es relacionada al pasado, al antaño.

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Hace recordar los días pasados cuando Dios e Israel estaban en buenos términos (cp. Jer. 2:2-3; 2 Cro. 30:21-27; 1 Cr. 21:26; Ap. 2:1-4) lo que Dios desea y aspira es que su pueblo sea santo e íntegro delante de su presencia para alegrarse ante las ofrendas de ellos.

Versículo 5

Finalmente, Dios dice “He aquí mi justicia” todos aquellos serán castigados, y los que no, serán purificados, el dolor es imparable en este sentido. Purificar su pueblo en ambos sentidos es necesario, este es el Dios de justicia.

Y esto es interesante a mi parecer, lo más probable es que la justicia que ellos buscaban era una en la cual Dios castigara a sus enemigos, pero no una justicia para sus propios pecados y sus hermanos blasfemos. Pero Dios muestra su justicia, no en destruir el imperio gobernante, sino en purificarlos y sanarlos de su pecado.

Aquellos que no temen al Señor serán castigados y llevados a juicio, no aquellos que están en el imperio vecino. Puesto que el juicio de Dios tiene una ruta, y empieza por su propia casa, Dios es un Dios justo, y su justicia funciona no conforme a nuestros propios términos (Pr. 8:13; 16:6; Neh. 5:15).

Es como si Dios les dijera ¿Quieren ver y conocer mí justicia? Aquí está mi justicia, serán purificados y tratados conforme a sus pecados (1 Pe. 4:17).

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