Habacuc 1:5 | Explicación y Mensaje

Indice de contenido:

“Mirad entre las naciones, y ved, y asombraos; porque haré una obra en vuestros días, que aun cuando se os contare, no la creeréis” (Hab. 1:5)

Explicación de Habacuc 1:5

“¡Miren a las naciones! ¡Considérenlas y quédense asombrados!”. En la visión, el Señor le muestra lo que estaría por hacer: daría un gran poder a los caldeos como nunca antes lo había hecho con ningún otro reino. 

Todas las naciones serían castigadas por su iniquidad. Por eso dice: “¡Miren las naciones!”. Ni siquiera el pueblo del pacto se salvaría, puesto que ellos eran igual de culpables que las demás naciones, como Habacuc 1:1-4 lo demuestra. 

Dios levantó a los caldeos como una nación poderosa para dominar sobre todas las naciones. Nadie podía hacerles frente. Y la razón era una sola: Dios había decretado hacer juicio por medio de esta nación impía. 

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“Porque haré una obra en vuestros días que no creerán, aunque se les cuente”. Una de las razones por la cual esto sería tan impactante es porque era difícil de creer lo que Dios estaba permitiendo. 

¿Cómo es posible que Dios castigara a su pueblo con una nación más perversa que ellos? 

Peor aún, es entendible que los hipócritas sufran, pero ¿cómo Dios puede permitir que los justos sean tratados de esta manera? 

El texto claramente dice que, cuando ellos vieron estas cosas no podían creer que estuviera sucediendo. De hecho, cuando Jeremías les advirtió del castigo que vendría, el pueblo se negó a creer que Dios pudiera hacer tal cosa. El texto dice que ni que les contaran, profetizaran, o hablaran sobre estas cosas el pueblo creería que realmente llegaría a suceder. 

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En ese sentido, el texto nos está enseñando cómo nos cuesta aceptar la forma en que Dios trata nuestro pecado en ciertas ocasiones. Dios castiga nuestro pecado o nos disciplina como dice Hebreos, a través de la vara de la adversidad. 

Dios nos pone en situaciones en que nuestra fe es probada y en que sufrimos a causa del pecado de otros. Todo con el fin de purificarnos de nuestros pecados.

De hecho, el exilio a Babilonia tenía un doble propósito. El primero era que la nación se volviera a Dios en arrepentimiento. Era una medida disciplinaria de parte de Dios para purificar a los justos. 

Sin embargo, también fue una manera de castigar a los impíos que vivían sin arrepentimiento dentro del pueblo del pacto. 

Mensaje de Habacuc 1:5

Dios escucha las oraciones, pero no responde como esperamos

En los versículos 5-6, Dios responde a las primeras dos alegaciones de Habacuc. El Señor no está haciendo indiferente ante la maldad de su propio pueblo. El Señor ha estado escuchando las oraciones de Habacuc, no ha sido indiferente ante sus ruegos.

No obstante, lo que el Señor muestra aquí es que ni el momento ni su forma de hacer justicia es determinada por el hombre. Él no responde en el tiempo que nosotros queramos o determinemos. Él responde cuando quiere responder porque es Soberano y más sabio que el hombre.

Por otro lado, claramente el texto dice que lo que Dios estaba a punto de hacer sería difícil de creer y aceptar. Dios castigaría la maldad de su pueblo con un pueblo más impío. 

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Esta manera de actuar de Dios llega a ser incomprensible para nosotros. No es que sea pecaminosa o mala, es que no cuesta entender y aceptar la manera en la que Dios a veces obra. 

Uno mira el ejemplo de Job y uno se pregunta: ¿por qué Dios permitió que Job sufriera tanto si era tan fiel? La respuesta del Señor es clara: Él es Dios y nosotros meras criaturas. 

Sin embargo, un buen entendimiento de las Escrituras nos permite reconocer que todo lo que Dios hace es bueno y todo es para el bien de los suyos (Rom. 8:28). Por lo cual tenemos que aceptar que todo lo que Dios hace es parte de su propósito. 

El juicio a través de los caldeos sirvió para humillar la arrogancia de los judíos. Pero también  para que no se volviera a levantar otro rey en los judíos, de modo que esperaran al hijo de David, al Rey de reyes y Señor de señores. 

Dios castiga primeramente la maldad de su pueblo

Ahora, Dios responde de una manera clara. Los primeros que van a ser juzgados o castigados no serán los que están fuera, sino dentro de la iglesia. El pueblo de Dios es el primero en ser juzgado (1 Pe. 4:17). Por esa razón, el Señor no se encarga de castigar primeramente a otros, sino principalmente a su pueblo. El castigo de los impíos vendrá después.

Dios usa la impiedad de otros para disciplinar y purificar a su pueblo

Otro propósito de este castigo, según vemos en otros profetas, era la disciplina de los judíos. Lo que el Señor quiere hacer con esto es purificar la maldad de su pueblo. Haciendo esto, se demostrarían quiénes son los hipócritas, y quiénes los justos. Mediante la disciplina, Dios purifica la fe y santidad de su pueblo.

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