El Salmo 122 celebra el gozo de peregrinar hacia la casa del Señor, la importancia de la adoración comunitaria en Jerusalén y la necesidad de interceder por la paz y el bienestar del pueblo de Dios. Este salmo no solo nos recuerda la belleza y el propósito de la ciudad santa como lugar de justicia y adoración, sino que también nos lleva a reflexionar sobre el papel de la iglesia como el equivalente en el Nuevo Testamento.
La exhortación a buscar la paz y el orden en Jerusalén se traduce hoy en un llamado a establecer las prioridades correctas en la iglesia y a orar por su bienestar espiritual y comunitario. Aunque la iglesia puede desviarse fácilmente de este propósito, los planes de paz de Cristo siempre prevalecerán.
Versículos 1 al 2
1 Yo me alegré con los que me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor».
2 ¡Jerusalén, ya nuestros pies
se han plantado ante tus portones!
El salmista reconoce su propia alegría y la alegría de su acompañante al disponerse a ir a la casa del SEÑOR. Esta expresión, casa del Señor, se refiere explícitamente al templo (cp. Ex. 23:19; 34:26; Deu. 23:18; Jos. 6:24; Sal. 27:4; 135:2), más tarde, en el NT este mismo lenguaje se termina usando también (Luc. 6:4; 1 Tim. 3:15; Heb. 3:2, 5, 6; 10:21; 1 Pe. 2:5). Por tanto, aquí, entendiendo el concepto de casa de Dios como el templo del AT, debemos ver su equivalente como la iglesia de Dios en el NT.
El versículo dos, este grupo alegre se planta ante sus portones con júbilo y gozo. La expresión parece ser de gozo y como una clase de llamado ante familiares que vienen a recibir a sus hermanos. La misma expresión presupone el viaje que hacían los Israelitas para congregarse a adorar.
Versículos 3 al 4
3 ¡Jerusalén, ciudad edificada
para que en ella todos se congreguen!
4 A ella suben las tribus,
las tribus del Señor,
para alabar su nombre
conforme al mandato que recibió Israel.
Los versículos 3 al 4 parecen ser declaraciones conceptuales y teológicas en torno a la ciudad de Jerusalén (cp. Sal. 68:29; 102:21; 116:19). La declaración estaba dispuesta para que todos entendieran el significado de dichas palabras y las consideraran, aquel lugar no era simplemente un lugar donde las personas iban por un festival religioso: Dios la había edificado para que allí se congregara el pueblo de Israel para adorarle (2 Cr. 5:2; 20:9).
La descripción del versículo 3 es coherente con respecto a lo dicho en el versículo 4. Jerusalén es una ciudad hermosa, lista para que allí asistan y se congreguen las tribus de todo Israel. Esto lo hacen para “alabar su nombre” pero esto no como una simple disposición espontánea del corazón de los israelitas, sino que es algo que hacen conforme a lo que Dios mismo mando (Deu. 12:5-14; 1 Re. 8:29; 2 Cr. 6:6; Sal. 132:13-14). Específicamente, el Señor mismo da entender que todo varón debía presentarse delante de Dios tres veces al año: en la Pascua (Ex. 12:14; 23:14-17; Lev. 23:5; Deu. 16:1), en la fiesta de los tabernáculos (Deu. 16:16) y la fiesta de las primicias (Ex. 34:22-24).
Versículo 5
5 Allí están los tribunales de justicia,
los tribunales de la casa de David.
¿En qué sentido están los tribunales de justicia en Jerusalén?
¿Qué representan estos tribunales? ¿A que son equivalentes en el NT?
Estos tribunales hacen referencia a los tribunales de juicio y justicia que concernían al rey (1 Re. 7:7; Sal. 127:5; Pr. 20:8). El pensamiento del salmista solamente busca enumerar las bendiciones y el gozo que representa Jerusalén para sí mismo y para su pueblo. En este caso, es un lugar donde la justicia está presente, donde se llevan los juicios necesarios entre los hombres (Deu. 17:8-9; 2 Cr. 19:8; 2 Sam. 8:15; 2 Rey. 7:7).
Versículos 6 al 9
6 Pidan por la paz de Jerusalén:
«Que vivan en paz los que te aman.
7 Que haya paz dentro de tus murallas,
seguridad en tus fortalezas».
8 En favor de mis hermanos y amigos, diré:
«¡Que la paz sea contigo!».
9 Por la casa del Señor nuestro Dios
procuraré tu bienestar.
Ahora bien, luego de dar estas descripciones sobre Jerusalén, él exhorta y ordena a los oyentes (muy posiblemente los peregrinos, como aquellos que adoraban en el templo), que pidieran por la paz de Jerusalén. Este es un llamado de intercesión en favor del pueblo de Dios, pero sobre todo por un bienestar global y general, sobre todo el pueblo de Dios.
Veamos el tipo de paz a la cual se le llama: bienestar por los piadosos (v. 6b), seguridad y protección (v. 7), orden y buen proceder (v. 7a). Ahora bien, lo que pide es “en favor” de sus hermanos y amigos, es decir, por otros Israelitas. Dicho de otra forma, la paz de Jerusalén es necesaria para el bienestar de amigos y hermanos (entendidos aquí como el pueblo de Dios o parte del pueblo de Dios). Esta paz es el shalom de los hebreos, que representa la paz y bienestar general sobre todas las áreas de la vida.
Sobre Cristo y el Salmo 122:
¿De qué manera puede fallar la iglesia al establecer sus prioridades al leer este Salmo? Pues, desafortunadamente, con mucha facilidad. En otra “subida” a Jerusalén, muchos años después, arrancaría un lamento por la ciudad: “¡Si tú también hubieras sabido en este día lo que conduce a la paz! ¡Pero ahora está oculto a tus ojos!” Por fortuna, para su pueblo, sus planes de paz no pueden ser frustrados en último término, ni siquiera ante semejante ceguera. Las oraciones del Salmo van a recibir respuesta.
Si quieres profundizar más en este tema, te invito a escuchar mi sermón sobre este texto: