El Libro de Hageo es uno de los libros proféticos menores del Antiguo Testamento. Hageo profetizó después del exilio babilónico, cuando los judíos habían regresado a Jerusalén para reconstruir el templo, pero se habían detenido debido a la oposición y a la apatía. A través de Hageo, Dios exhorta al pueblo a continuar con la obra de la reconstrucción del templo, asegurándoles que Su presencia estará con ellos y que las bendiciones seguirán si obedecen.
Capítulo 1: El llamado a reconstruir el templo
Dios habla a través de Hageo para reprender al pueblo por haber abandonado la reconstrucción del templo mientras se ocupaban de sus propios hogares y comodidades. El profeta les señala que, aunque habían trabajado duro, no estaban prosperando porque habían dejado de lado la obra de Dios. El mensaje central es que sus dificultades económicas y sequías eran consecuencia de su falta de prioridad hacia el templo de Dios. Hageo exhorta al pueblo a considerar sus caminos y volver a la tarea de reconstruir la casa de Dios. En respuesta, Zorobabel, el gobernador de Judá, y Josué, el sumo sacerdote, junto con todo el pueblo, obedecen y comienzan de nuevo la obra en el templo. Dios les asegura que Su presencia estará con ellos mientras reconstruyen.
Capítulo 2: La gloria del nuevo templo y la promesa de bendición
Este capítulo se divide en varios mensajes de ánimo y advertencia. En el primer mensaje, Dios anima a los que estaban desalentados porque el nuevo templo no parecía tan majestuoso como el anterior (construido por Salomón). Dios les asegura que la gloria futura del templo será mayor que la anterior, y promete traer paz y bendiciones a Jerusalén.
El segundo mensaje de Hageo trata sobre la importancia de la pureza. El profeta pregunta a los sacerdotes si lo sagrado puede purificar lo impuro, y ellos responden que no. De igual manera, el pueblo había estado impuro porque había descuidado el templo. Sin embargo, ahora que han comenzado la obra de reconstrucción, Dios les promete que, a partir de ese día, Él los bendecirá, y que las dificultades económicas que habían enfrentado serán eliminadas.
El último mensaje es dirigido a Zorobabel, el gobernador de Judá, a quien Dios promete que lo hará como Su «anillo de sello», una señal de favor divino y autoridad. Esto apunta tanto a la bendición de Dios sobre Zorobabel en su tiempo como a una promesa mesiánica, ya que Zorobabel era del linaje de David, el cual llevaría al Mesías.