Versículos 1 al 7

El texto empieza diciéndonos que José no pudo contenerse en respuesta de la intervención de Judá. Esto ocurrió delante de sus servidores, podríamos ver a Judá esperando algún tipo de respuesta de parte del monarca de Egipto. No obstante, vemos que José, al no contenerse, mando a que todos sus servidores salieran de la sala. Esto ocurrió de tal modo que no quedo ni un servidor en su presencia, aunque el llanto de José fue tan grande que todos lo escucharon y llego las noticias a la casa del faraón.

Entre lágrimas, les dijo ¡Soy José! ¿Vive mi padre todavía? (v. 3), esta declaración tan repentina era para ellos algo increíble, quedaron atónitos. La respuesta de sus hermanos llevo a José a decirle que se acercaran, que lo vieran más de cerca para reconocerlo.

Aquí, más allá de las apariencias, José explica y declara ciertas cosas que nadie podría revelar. Primero, él es el “hermano que vendieron en Egipto”, hasta el momento ellos no habían revelado en absoluto que habían vendido a su hermano. Esto era algo que ningún otro, excepto el mismo José, podría revelar. La declaración de José es que estos no deberían afligirse ni angustiarse más por todo lo que hicieron, ¿Por qué? Simple: Dios lo había mandado delante de ellos, es la comprensión de José de la providencia del Señor que lo hace decir estas palabras e invita a sus hermanos a creer en dicha providencia para hallar consuelo. Ahora bien, el propósito es claro, salvar vidas.

Lo que termina diciendo José es que esto todo viene de parte de Dios, para salvar a la descendencia de Abraham, para cumplir su pacto y hacer una obra extraordinaria. Estos versículos contienen de forma clara el resumen de la historia de José, su propósito y su vinculación con la redención.

Versículos 8 al 15

Nuevamente, en el versículo 8, José reitera, fue Dios quien me envió, no ustedes. Es Dios quien lo puso como asesor y administrador de su casa, pero, sobre todo, como gobernador de Egipto. Es así como José ordena a sus hermanos a ser partícipes de este plan divino, llamar a su padre y al resto de la familia para vivir con seguridad en Egipto.

Hay algo que resuena en todo esto, y es el riesgo que estaba presente. No obstante, se puede ver en la frase que resuena en el versículo 13 “¡Pero apúrense y tráiganlo ya!”, claramente había una prioridad y una urgencia.

Las lágrimas también se hacen ver, por un lado, abraza a su hermano Benjamín, bañado en lágrimas, y besa a cada uno de sus hermanos en señal de reconciliación. Fue así que, estando ellos entendidos en el suceso, se atrevieron a hablarle. La reconciliación estaba completa, ya no hablaban como extraños o como vasallos, sino como hermanos de un mismo padre.

Versículos 16 al 20

La disposición de buena voluntad no solamente estuvo en José, sino también en el faraón, dándoles una invitación formal a que habitaran en su tierra. El mensaje vino con todo lo necesario, no tener miedo de dejar todo atrás porque todo se le dará en Egipto. Es inevitable pensar en el contraste de la benevolencia y lo que sucede posteriormente con el pueblo de Israel.

Versículos 21 al 28

Así que los hermanos de José fueron en carros reales hasta la casa de su padre, proporcionados por el mismo faraón. Adicionalmente, también se añadieron regalos para Benjamín, provisiones para el viaje, ropas nuevas, trescientas piezas de plata y mudas de ropa. A su padre le enviaron asnos cargados con lo mejor de Egipto, grano y pan, y demás provisiones para Jacob. Todo esto daba veracidad del mensaje que habían de dar a su padre.

No obstante, José no solamente se preocupó por la reconciliación de él con ellos, sino también entre ellos mismos, de modo que les advirtió que no se fueran peleando.

Cuando llegaron a la casa de su padre, su noticia fue una gran bendición, ¡José vive y es señor de Egipto! Así pues, él no creía en esta noticia, pero sus hijos insistían en esta gran noticia, fue cuando tomo en cuenta los carros y los regalos que considero creer en la palabra de sus hijos. De este modo, se dispuso ir a Egipto para irlo a ver antes de morirse.