Génesis 43 continúa la tensa narrativa de José y sus hermanos, mostrando cómo el miedo y la necesidad de supervivencia impulsan a Jacob a tomar decisiones difíciles. Este capítulo revela la desesperación de Jacob, la responsabilidad asumida por Judá, y la culminación de un plan que trae a los hermanos de José de vuelta a Egipto con Benjamín. Desde la acusación y el temor hasta el banquete y la reconciliación, estos versículos ilustran la providencia divina y el desarrollo del carácter de los hijos de Israel, preparando el terreno para el clímax de esta historia de redención y perdón.
Versículos 1 al 6
Claramente, Jacob, por miedo a perder su hijo Benjamín, postergo la decisión de regresar a Egipto. Esto no podría ser así porque en algún momento se acabaría la comida, en este sentido, Canaán y sus habitantes dependían de Egipto para poder vivir, así que, esa resolución de Jacob de no dejar ir a Benjamín no podía mantenerse en pie (cp. Gen. 42:38). Lo extraño es que él no haya resuelto este tema antes de exhortar a sus hijos a buscar comida.
Esto hizo que Judá le hiciera un amigable recuerdo a su padre: sin Benjamín no podemos ir a Egipto. La forma como redacta esto deja en claro que era imposible regresar a aquel lugar sin Benjamín, fíjense sobre la redacción de los versículos 3 al 5:
Respondió Judá, diciendo: Aquel varón nos protestó con ánimo resuelto, diciendo: No veréis mi rostro si no traéis a vuestro hermano con vosotros. 4 Si enviares a nuestro hermano con nosotros, descenderemos y te compraremos alimento. 5 Pero si no le enviares, no descenderemos; porque aquel varón nos dijo: No veréis mi rostro si no traéis a vuestro hermano con vosotros.
Y claramente esto fue así, en el capítulo 42, José exigió que trajeran a Benjamín al menos unas tres veces (vv. 15, 20, 34). Esto era algo obvio, según lo que ellos mismos habían testificado, pero ahora Jacob trata de echarles la culpa, en vista de que ellos le dijeron que tenían a otro hermano.
Aquí se encuentra una acusación constante para con sus hijos de parte de Jacob: el hecho de que sus hijos, particularmente los hijos de Lea y su sierva, le han causado mucho mal (v. 6, cp. Gen. 42:36). Es probable que, al igual que Judá unos capítulos anteriores, pensará que la maldición y los malos eventos venían de parte de este grupo de hijos.
Versículos 7 al 14
La respuesta de Judá demuestra que no había nada de malo, en vista de las circunstancias en las que estaban, a responder a aquel hombre. Además, Judá explica que lo dicho por ellos fue básicamente porque las preguntas del gobernador de Egipto (José) eran muy específicas. Claramente, no debían mentir, porque en tal caso las circunstancias serían peores. En este aspecto respondieron los hermanos, testificando así que era algo que debían responder por las circunstancias.
Pero ahora vuelve a hablar Judá, imitando el ejemplo de Rubén, este se responsabiliza por la vida de Benjamín. De modo que, si algo le pasaba, este respondería por él ¡Judá sería culpable de tal evento por el resto de su vida! Si aquel problema ya fuera ha sido resuelto, ya ellos habrían regresado en dos ocasiones.
Así que, Jacob, en vista de que esto no podría resolverse de otra forma, plantea a sus hijos que vayan hasta allá, llevando los mejores productos de la región como regalos, en este caso bálsamo, perfumes, mirra, nueces y almendras. Además, deben llevar el doble del dinero, devolver lo que se habían llevado y lo que habrían de gastar. Vayan, pues, con su hermano menor ante ese hombre. En este punto el asunto está resuelto.
Pero en última instancia apela a Dios y su bondad, que sea Dios que les permita hallar gracia delante de los ojos de aquel hombre, que sea Dios que prospere su camino y puedan regresar con Simeón y con Benjamín. En cuanto a él, sabía que podía perder a sus dos hijos, pero si eso habría de pasar debía aceptarlo.
Versículos 15 al 18
Cuando llegaron, José vio automáticamente a Benjamín, de modo que mando a matar “un animal” y hacer un banquete para él y para estos hombres. El deseo de su corazón se había cumplido ¡Había recibido a su hermano menor!
De modo que el mayordomo cumplió debidamente la orden, tomo el dinero y los regalos y los hizo pasar a la casa de José. Esto, que era un evento de misericordia, amor y gracia, ellos lo veían con ojos de temor. Sin duda, ellos consideraban que en vista del dinero de la vez pasada les pasaría lo más terrible ¡Nos atacarán, acusarán y nos harán sus esclavos conjuntamente con sus asnos! Esto era la conciencia acusadora de los hermanos de José, quienes se vieron a sí mismos nuevamente presa del castigo y el juicio.
Versículos 19 al 25
Debido a estos temores que atesoraban en su corazón, se acercaron al mayordomo para explicar todo: al acampar se dieron cuenta de que en su bolsa estaba el dinero de la compra pasada, de modo que han traído el dinero nuevamente para devolverlo como también más dinero para la nueva compra, además, señalan enérgicamente que no saben quién había colocado el dinero en sus bolsas.
La respuesta es bastante contrastante al episodio anterior. El mayordomo los tranquiliza, diciendo que no hay problema alguno, que sería el Dios de ellos y el Dios de su padre quien habría colocado ese dinero allí. Sí, esto lo admitían los Israelitas como un hecho, pero como uno de juicio, más el mayordomo lo mostraba como una providencia de bendición. El mismo se muestra como testigo de que efectivamente habían pagado por el alimento.
Dicho esto, fueron bien recibidos como es de esperar de ciertos huéspedes, se lavaron los pies, se les dio alimento a los asnos y se les invitó a sentarse a la mesa, en espera de que aquel que era tan grande como Faraón se sentara a comer con ellos.
En esta porción podemos ver la gracia de Dios para con ellos. Estaban allí, siendo recibidos en el lugar más grande de todo Egipto, dándoles alimento, abrigo y atención. Consolando sus corazones culpables ante tal adversidad.
Versículos 26 al 30
De modo que se hizo el medio día y José entro al lugar, sus hermanos se inclinaron en tierra y le presentaron regalos. José preguntó a ellos como estaban y preguntó adicionalmente como estaba su padre y si este aún seguía con vida, a lo cual ellos respondieron satisfactoriamente. Estos se arrodillaron ante él, una forma de honrarlo por segunda vez.
Al ver a su hermano, José pregunto si este era el hermano menor de quien habían hablado, así que procedió a bendecirlo. El texto se preocupa de llamarlo su hermano, de padre y madre, para mostrar así la íntima familiaridad que existía entre ellos. Pero, nuevamente, José no pudo contener el llanto, así que se ausentó rápidamente para poder llorar en privado y en silencio.
Versículos 31 al 34
Luego de calmarse, se lavó la cara y mando a servir la comida.
No obstante, allí hubo una diferencia entre los comensales, a José se le sirvió en un sector, a los hermanos de José en otro y a los egipcios en otro, ya que los egipcios les parecía una abominación comer con los hebreos. Este tipo de relación con Israel y Egipto se verá en varias ocasiones (cp. Gn. 46:34; Ex. 8:26). Es importante esto, porque la imagen que trae este evento es de comunión plena, más vemos que los egipcios se apartan de los hebreos.
Ahora, de alguna forma, Génesis nos da la descripción de cómo estaban sentados los hermanos de José: desde el primogénito, mostrando así los rangos, hasta finalizar con el menor de ellos. Este orden podría parecer extrañamente accidental, pero demostraba de una forma u otra que José conocía la edad de cada uno de ellos. Esto hizo que ellos se mirarán atónitos unos a otros sin entender lo que estaba aconteciendo.
Aún más extraño es que las porciones de comida venían desde la misma mesa de José y que de estas, de entre todas, las porciones de Benjamín eran mucho más grandes que las de sus hermanos (cinco veces más grandes). Esto podría ser de asombro igualmente, pero el pasaje termina diciéndonos que todos se alegraron y bebieron.