La biblia contiene muchas historias perturbadoras. Historias que, si somos sinceros, no sabemos como interpretar del todo. Este es el caso de la historia de Judá y Tamar, al leerla, nos deja con un montón de preguntas, pocas respuestas y con una inquietud acerca de su propósito en el libro del Génesis. Hoy, a través de este artículo, vamos a tratar de esbozar un comentario sobre este evento y arrojar claridad sobre su significado.

Versículos 1 al 5

El texto pone el enfoque en Judá, el mismo quien fue el autor de la venta de José como esclavo. Así que se nos dice que durante aquellos días este se fue a vivir a otro lugar, a la casa de un tal Hira residente del pueblo de Adulan (v. 1). Así que fue allí donde él conoció a una mujer, hija de un cananeo que se llamaba Súa, así que se casó con ella. No obstante, al consumar el matrimonio, ellos tuvieron un hijo llamado Er. Después llego a concebir un segundo hijo llamado Onan. Posteriormente, tuvo otro hijo (Selá), nacido en Quezib.

La pregunta es ¿Por qué razón se hace registro de todo esto en este evento? Parece ser que esta humillación fue un proceso de parte de Dios para Judá, lo que lo hizo un fiel defensor de su padre en los capítulos posteriores.

Versículos 6 al 10

Ahora bien, el asunto se centra en una de las esposas de los hijos de Judá, en este caso si se nombra a la mujer: Tamar. En este caso se entiende que era el primogénito de Judá, Er. No obstante, este muere porque a Dios no le agrado la conducta de este.

La pregunta es ¿Qué tipo de conducta tenía este primogénito? No lo sabemos, pero lo que sí sabemos es que su conducta no era agradable delante de Dios.

Esto haría que se desatara una situación de levirato, Tamar requería que fuera redimida. En el versículo 8 Judá exhorta a su siguiente hijo a casarse con su cuñada para proceder a darle un hijo a su hermano, de modo que su nombre no se pierda. No obstante, Onan, sabía que aquel hijo no sería reconocido como suyo, sino de su hermano Er (v. 9a). Por este motivo, Onan, al momento de llegarse a Tamar, “vertía en tierra” (RV60) para evitar que Tamar concibiera un hijo.

Ahora bien, al igual que Er, aquella conducta era ofensiva ante el Señor, por lo que Dios le quito la vida también a Onan. Ante esto, Judá podría pensar que el problema era realmente Tamar y no tanto la conducta de sus hijos.

Versículos 11 al 14

Dicho esto, Tamar se fue a vivir a casa de su padre, ya que Judá había explicado que esperara que su último hijo tuviera edad para casarse. No obstante, la realidad era que Judá pensaba que Tamar estaba como maldita, de tal forma que hacía que sus hijos murieran.

Tamar se sometió a este consejo, tanto tiempo paso que incluso la misma esposa de Judá había muerto. Así que Judá hizo duelo y luego fue a Timna para esquilar a sus ovejas (alguna razón habría). En ese viaje lo acompañó Hirá, el adulanita (esto se menciona con una intención).

Al enterarse Tamar de que estos estaban allí, se quitó el vestido de viuda, se sentó en la entrada del pueblo, se colocó un velo para que nadie la reconociera. Esto lo hizo porque sabía que Sela ya tenía edad para casarse, y muy posiblemente sospechaba que no querían darlo como esposo.

Versículos 15 al 19

No obstante, cuando Judá la vio no la reconoció, sino que más bien la tomo como una prostituta. Así que Judá se acercó y le hizo la propuesta: deja que me acueste contigo. Tamar le sigue le juego y le pregunta que le dará si deja que se acueste con ella (es una conversación de negocios). A lo que este responde que le mandará un cabrito del rebaño, por lo que ella acepta, pero solicita que deje algo como garantía ante que lo mande. Así que le dejo el cordón, el bastón y el sello.

Sobre la prostitución de este caso se menciona en diferentes comentarios que esto no solamente era un acto lujurioso, sino que tenía serias implicaciones idolátricas. Así pues, ella se acostó con Judá y quedo embarazada, automáticamente se puso su ropa de viuda y regreso a su casa.

Versículos 20 al 26

Como bien había prometido Judá, mando el cabrito por medio de su amigo, el adulanita, se supondría que aquella mujer estaría allí en la ciudad. No obstante, el amigo de Judá no dio con ella en ningún momento. Por lo que el amigo pregunto a la gente del lugar por la prostituta que se sentaba en la entrada de la nación.

Si bien a los meses se enteran de que su nuera estaba embarazada, y que esto era resultado que ella se había prostituido. Así que Judá ordena que sea sacada y quemada, pero, antes de que esto se ejecute, ella manda las pertenencias de Judá para que se sepa quién fue quien la embarazó. Al descubrirse, Judá entiende que fue él quien cometió tal acto de fechoría.

Antes de juzgar a Tamar debemos entender que el injusto en todo esto es Judá. Él no le dio a su hijo para que la redimiera, y la privó de los derechos de la herencia de su difunto esposo. Recordemos que ser una viuda era una condición lamentable, estas eran objeto de la misericordia de las personas y tendían a lamentarse por largo tiempo. Ella, por ley, debía esperar ser redimida por algún varón de su clan para salir de su estado ¡Pero Judá le había negado este derecho!

Por esto, sin nada que alegar, Judá reconoce que ella es más justa que él y de hecho así era.

Versículos 27 al 30

Para entender estos últimos versículos se hace necesario que comprendamos la función que cumplirá los hijos de Judá en la descendencia santa del pueblo de Dios. Un tema y problema que está latente en el libro del Génesis y que se recrea en esta porción es la de la descendencia santa. Al igual como fue en el caso de Abraham, Isaac y Jacob, la descendencia se encuentra en peligro. Los hijos de Judá mueren y no dejan descendientes, tal cual como parecen ir las cosas, la descendencia no continuara sobre la tierra.

Pero es aquí donde recae el desenlace de esta historia ¡Tamar tiene dos hijos! Uno es Fares de donde vendría David y posteriormente el Hijo de Dios, para ser el rey prometido a su descendencia. Así, en la profecía y bendición de Jacob, se anuncia que el cetro no será quitado de la casa de Judá.