El capítulo 2 del libro de Génesis nos presenta una narración más detallada de la creación, enfocándose especialmente en el origen del hombre y su relación con Dios, la tierra y los demás seres vivos. En este artículo, analizaremos los versículos 4 al 7, que nos revelan algunos aspectos importantes sobre la identidad, el propósito y la naturaleza del ser humano.
Versículo 4
El versículo 4 nos introduce al relato con una fórmula típica de la literatura antigua: “Estas son las generaciones de los cielos y de la tierra cuando fueron creados”. Esta frase puede entenderse como una conclusión del capítulo anterior, que resume la obra de Dios en los seis días, o como una introducción al capítulo siguiente, que narra la historia de Adán y Eva. De cualquier manera, nos indica que lo que vamos a leer es una historia verdadera, basada en los hechos que Dios realizó al crear el universo.
Versículo 5
El versículo 5 nos sitúa en el contexto temporal y geográfico de la creación del hombre. Nos dice que antes de que Dios formara al hombre, “no había aún planta del campo en la tierra, ni había nacido aún hierba del campo”. Esto implica que el relato no sigue un orden cronológico estricto, sino que se enfoca en el aspecto temático y teológico. El propósito de esta afirmación es mostrar que el hombre es el centro de la creación, y que todo lo demás fue hecho para él y por él. La razón por la que no había plantas ni hierbas era doble: por un lado, porque “Dios no había hecho llover sobre la tierra”, y por otro, porque “no había hombre para que labrara la tierra”.
Esto nos muestra que Dios creó al hombre con una vocación específica: la de cultivar y cuidar la tierra que le había dado. La palabra que se usa para describir esta actividad es “abad”, que significa servir, trabajar o adorar. Esta palabra se usa también para referirse al servicio de los esclavos, de los subordinados, de los siervos de alto rango y del pueblo de Dios. Esto nos indica que el trabajo del hombre no es una maldición, sino una bendición, una forma de honrar a Dios y de colaborar con su plan.
Versículo 6
El versículo 6 nos explica cómo se regaban las plantas antes de que Dios hiciera llover: “subía de la tierra un vapor, que regaba toda la faz de la tierra”. Esta imagen nos recuerda al relato del diluvio, cuando “se rompieron todas las fuentes del grande abismo” (Génesis 7:11). Esto sugiere que la tierra estaba cubierta de agua, y que Dios la separó para formar los mares y la tierra seca (Génesis 1:9-10). El vapor que subía de la tierra era una forma de mantener la humedad y la fertilidad del suelo, preparándolo para la vida vegetal y animal.
Versículo 7
El versículo 7 nos describe el acto más importante y significativo de la creación: la formación del hombre. Nos dice que “Dios formó al hombre del polvo de la tierra”. La palabra que se usa para formar es “yatsar”, que significa modelar, moldear o planear. Esta palabra se usa también para referirse a la acción del alfarero o del fundidor, que da forma a la arcilla o al metal. Esto nos muestra que Dios creó al hombre con sus propias manos, con cuidado y con arte, como un artesano que hace una obra maestra.
El material que usó fue el polvo de la tierra, lo que nos recuerda que el hombre es parte de la creación, y que depende de ella para su sustento y su existencia. Sin embargo, el hombre no es solo polvo, sino que tiene algo que lo distingue de los demás seres: el aliento de vida. Nos dice que «sopló en su nariz aliento de vida». La palabra que se usa para aliento es «neshama», que significa también espíritu o alma. Esta palabra se usa también para referirse al aliento de Dios, que es la fuente de la vida y de la sabiduría.
Esto nos muestra que Dios le dio al hombre algo de su propia naturaleza, que lo hizo a su imagen y semejanza (Génesis 1:26-27). El resultado de esta acción fue que «fue el hombre un ser viviente». La palabra que se usa para ser viviente es «nephesh», que significa también alma, persona o vida. Esta palabra se usa también para referirse a los animales, que son seres vivientes (Génesis 1:20-21). Esto nos muestra que el hombre comparte con los animales la capacidad de respirar, de moverse, de sentir y de reproducirse. Sin embargo, el hombre es diferente de los animales, porque tiene una relación especial con Dios, que lo hizo su representante y su administrador en la tierra.
Conclusión
Los versículos 4 al 7 de Génesis 2 nos revelan algunos aspectos importantes sobre la identidad, el propósito y la naturaleza del ser humano. Nos muestran que el hombre es el centro de la creación, que fue hecho por Dios con sus propias manos, que tiene una vocación de servir, trabajar y adorar a Dios, que depende de la tierra y de sus recursos, que tiene algo de la naturaleza divina, que es a imagen y semejanza de Dios, y que tiene una relación especial con Dios, con la tierra y con los demás seres vivos. Estas verdades nos ayudan a comprender quiénes somos, de dónde venimos, para qué vivimos y cómo debemos vivir.