Filipenses 2:9-11 es uno de los pasajes más conocidos y citados de la Biblia, que habla de la exaltación de Jesucristo como Señor de todo. En estos versículos, el apóstol Pablo resume el mensaje central del evangelio: que Dios envió a su Hijo al mundo, que se humilló a sí mismo hasta la muerte en la cruz, y que lo resucitó y le dio el nombre, que está sobre todo nombre, para que toda rodilla se doble y toda lengua confiese que Jesús es el Señor, para gloria de Dios Padre.
En este artículo, vamos a explorar el significado y la aplicación de este pasaje, que nos muestra el ejemplo de Cristo como modelo de humildad y obediencia, y nos llama a rendirle toda nuestra adoración y lealtad.
También veremos cómo este pasaje se relaciona con el contexto histórico y teológico de la carta a los Filipenses, y cómo nos ayuda a comprender la identidad y la misión de Cristo como el Salvador y el Señor de la historia.
Versículo 9
Dios, a causa de la obediencia y humillación de Cristo, lo exalto. Antes de detallar aun esta exaltación debemos considerar el aspecto intrínseco de Cristo y su humillación y como se relaciona con Dios el Padre. (Mt. 23:12; Lc. 14:11; 18:14; 1:52; Stg. 4:10; 1 Pe. 5:6), esta es una regla antigua y genuina, desde la Escritura es Escritura, puesto que Dios resiste al soberbio y da gracia a los humildes. En este sentido, el camino de la exaltación es la humillación, existe un galardón para la humillación (Heb. 2:9; 1:3; 12:2).
La exaltación de Cristo debe ser entendida como su resurrección, ascensión y entronización a la diestra del Padre. La Palabra usada aquí es hiperbólica “uperuxosen” (hiperexaltar), la idea es que si Cristo se humilló a lo sumo, Dios lo exalto a lo sumo. Claro que esto tenía un propósito redentor y, su fundamento, es el plan de salvación prometido desde la antigüedad (Ap. 12:5, 10).
Versículos 10 al 11
El verso 10 empieza indicando de este acto de Dios, el propósito es para que, ante el nombre de Cristo, es decir, Jesús (expresión judía, nombre refiere a lo que Jesús es), se doble toda rodilla. Así, todos los hombres sean salvos, o sea donde sea que se encuentren, o sea cual sea su estado, doblará sus rodillas y reconocerán la majestad del gran Rey y, a su vez, reconocerán su propia indignidad.
Allí habrá una confesión universal (Mt. 3:6; Mar. 1:5; Hch. 19:18; Ro. 14:11), la cual no será para salvación en algunos casos, sino más bien de reconocimiento de que Jesús es el Señor (Sal. 110:1; Jn. 13:13; 1 Co. 8:6; 15:47). Y así el Padre será glorificado en su Hijo (Jn. 14:13, 23; 16:14-15; 17:1 Hch. 2:36; Ro:10:9; 1 Pe. 1:21 Ap. 17:14; 19:16).