Resumen del segundo libro de Crónicas capítulo por capítulo

resumen del segundo libro de Crónicas capítulo por capítulo

Indice de contenido:

El segundo libro de Crónicas es una narración fascinante y detallada que abarca los reinados de los reyes de Judá. Desde la grandeza del rey Salomón hasta la caída final de Jerusalén, este libro nos ofrece una visión profunda de las alturas y profundidades de la experiencia humana, siempre enmarcada por la relación constante con Dios. En este resumen, exploraremos cada capítulo, proporcionando un resumen conciso y claro de los eventos y lecciones más importantes. Acompáñanos en este viaje a través de la historia, la fe y la humanidad tal como se presenta en el segundo libro de Crónicas.

Capítulo 1

El capítulo 1 del segundo libro de Crónicas comienza con la consolidación del reino de Salomón, hijo de David. Jehová, su Dios, estaba con él y lo engrandeció grandemente. Salomón convocó a todo Israel, a los jefes de millares y de centenas, a los jueces y a todos los príncipes de todo Israel, jefes de familias. Salomón y toda la asamblea se dirigieron al lugar alto que había en Gabaón, donde estaba el tabernáculo de reunión de Dios, que Moisés, siervo de Jehová, había hecho en el desierto.

Salomón subió al altar de bronce que estaba en el tabernáculo de reunión y ofreció sobre él mil holocaustos. Esa noche, Dios se apareció a Salomón y le dijo: «Pídeme lo que quieras que yo te dé». Salomón pidió sabiduría y ciencia para gobernar al pueblo de Dios. Dios, complacido con su petición, le concedió sabiduría y ciencia, y además le prometió riquezas, bienes y gloria, como nunca tuvieron los reyes que habían sido antes de él, ni tendrán los que vengan después de él.

Capítulo 2

El capítulo 2 del segundo libro de Crónicas relata cómo Salomón decidió construir una casa para el nombre de Jehová y otra para su reino. Para llevar a cabo esta tarea, Salomón contó con setenta mil hombres para transportar cargas, ochenta mil para cortar madera en el monte y tres mil seiscientos para supervisarlos. Salomón también envió un mensaje a Hiram, rey de Tiro, solicitando cedros para la construcción, tal como Hiram había hecho con David, el padre de Salomón.

Salomón explicó que la casa que iba a construir sería grande, ya que su Dios era grande sobre todos los dioses. Además, solicitó a Hiram un hombre hábil para trabajar en oro, plata, metal, hierro, púrpura, grana, cárdeno y que supiera esculpir. Salomón también pidió madera de cedro, haya y pino del Líbano, prometiendo enviar a sus siervos para trabajar junto a los de Hiram. En respuesta, Hiram envió a un hombre hábil y entendido, hijo de una mujer de las hijas de Dan y cuyo padre era de Tiro.

Capítulo 3

El capítulo 3 del segundo libro de Crónicas narra el inicio de la construcción del templo de Jehová por Salomón en Jerusalén, en el monte Moriah. Este lugar había sido mostrado a David, su padre, quien había preparado el lugar en la era de Ornán, el jebuseo. La construcción comenzó en el segundo mes, en el cuarto año de su reinado. Salomón estableció las medidas para los cimientos de la casa de Dios. El pórtico que estaba al frente del edificio era de veinte codos de largo, igual al ancho de la casa, y su altura de ciento veinte codos; y lo cubrió por dentro de oro puro.

Salomón revistió el cuerpo mayor del edificio con madera de ciprés, la cual cubrió de oro fino, e hizo realzar en ella palmeras y cadenas. Cubrió también la casa de piedras preciosas para ornamento; y el oro empleado era oro de Parvaim. Asimismo, cubrió de oro los postes, los umbrales, los muros y las puertas de la nave, e hizo grabar querubines sobre las paredes. En el lugar santísimo, hizo dos querubines de madera, los cuales fueron cubiertos de oro. Las alas de los querubines medían diez metros de largo. También hizo el velo de púrpura violeta y de púrpura roja, de carmesí y de lino, sobre el cual hizo bordar querubines. Delante de la casa hizo dos columnas de treinta y cinco codos de altura cada una, con sus capiteles encima, de cinco codos.

Capítulo 4

El capítulo 4 del segundo libro de Crónicas describe la creación de varios objetos sagrados para el templo de Jehová. Salomón hizo un altar de bronce de diez metros de largo, diez de ancho y cinco de alto. También creó el Mar de metal fundido, que medía cinco metros de diámetro y tenía forma circular; su altura era de dos metros y medio, y una cuerda de quince metros medía su circunferencia. Debajo del borde, todo alrededor, había unas figuras de toros que rodeaban todo el contorno del Mar. El Mar estaba asentado sobre doce toros, tres vueltos hacia cada punto cardinal. Su espesor medía un palmo, y su borde tenía forma de copa, semejante al cáliz de una azucena.

Además, Salomón hizo diez recipientes para el agua, los colocó cinco a la derecha y cinco a la izquierda, para las abluciones. Hizo asimismo los diez candeleros de oro, conforme al modelo prescrito, y los puso en la nave central, cinco a la derecha y cinco a la izquierda. Hizo diez mesas y las colocó en la nave central, cinco a la derecha y cinco a la izquierda. Hizo cien copas de oro. Hizo el atrio de los sacerdotes, y la gran explanada con sus puertas, a las que recubrió de bronce. En cuanto al Mar, lo puso al lado derecho, hacia el sudeste. Todos estos objetos, Juram Abí los hizo para el rey Salomón, para la Casa del Señor, en bronce reluciente. El rey los hizo fundir en la región del Jordán, sobre el suelo arcilloso, entre Sucot y Seredá. Salomón hizo todos esos objetos en número tan grande, que no se pudo calcular el peso del bronce.

Capítulo 5

El capítulo 5 del segundo libro de Crónicas narra la culminación de la construcción del templo de Jehová por Salomón. Salomón reunió en Jerusalén a los ancianos de Israel y a todos los príncipes de las tribus, los jefes de las familias de los hijos de Israel, para que trajesen el arca del pacto de Jehová de la ciudad de David, que es Sion. Los levitas llevaron el arca, y el tabernáculo de reunión, y todos los utensilios del santuario que estaban en el tabernáculo. Salomón y toda la congregación de Israel que se había reunido con él delante del arca, sacrificaron ovejas y bueyes, que por ser tantos no se pudieron contar ni numerar.

Los sacerdotes metieron el arca del pacto de Jehová en su lugar, en el santuario de la casa, en el lugar santísimo, bajo las alas de los querubines. En el arca no había más que las dos tablas que Moisés había puesto en Horeb, con las cuales Jehová había hecho pacto con los hijos de Israel, cuando salieron de Egipto. Cuando los sacerdotes salieron del santuario, los levitas cantores, todos los de Asaf, los de Hemán y los de Jedutún, juntamente con sus hijos y sus hermanos, vestidos de lino fino, estaban con címbalos y salterios y arpas al oriente del altar. Cuando sonaban las trompetas, y cantaban todos a una, para alabar y dar gracias a Jehová, la casa se llenó de una nube, la casa de Jehová. La gloria de Jehová había llenado la casa de Dios

Capítulo 6

El capítulo 6 del segundo libro de Crónicas comienza con Salomón hablando a Jehová después de la finalización del templo. Salomón reconoce que Jehová ha dicho que habitaría en la oscuridad, y declara que ha construido una casa para Jehová y un lugar para que Jehová more para siempre. Salomón bendice a toda la congregación de Israel y recuerda las palabras de Jehová a David, su padre, sobre la elección de Jerusalén para que en ella esté su nombre, y la elección de David para que esté sobre su pueblo Israel. Salomón también recuerda que David tuvo en su corazón edificar casa al nombre de Jehová Dios de Israel, pero Jehová dijo que no sería David, sino su hijo quien edificaría la casa.

Salomón se pone delante del altar de Jehová, en presencia de toda la congregación de Israel, y extiende sus manos. Salomón había hecho un estrado de bronce y se puso sobre él, se arrodilló delante de toda la congregación de Israel, y extendió sus manos al cielo. Salomón dice que no hay Dios semejante a Jehová en el cielo ni en la tierra, que guarda el pacto y la misericordia con sus siervos que caminan delante de él de todo su corazón. Salomón pide a Jehová que cumpla su palabra que le prometió a David, su padre. Salomón también cuestiona si es posible que Dios habite realmente con los hombres en la tierra, ya que ni el cielo ni los cielos de los cielos pueden contener a Jehová.

Capítulo 7

El capítulo 7 del segundo libro de Crónicas comienza con la finalización de las oraciones de Salomón. Cuando Salomón terminó de orar, descendió fuego del cielo y consumió el holocausto y los sacrificios, y la gloria de Jehová llenó la casa1. Los sacerdotes no podían entrar en la casa de Jehová, porque la gloria de Jehová había llenado la casa de Jehová. Cuando todos los hijos de Israel vieron descender el fuego y la gloria de Jehová sobre la casa, se postraron sobre sus rostros en el pavimento y adoraron, y alabaron a Jehová, diciendo: Porque él es bueno, y su misericordia es para siempre. Luego, el rey Salomón y todo el pueblo ofrecieron sacrificios delante de Jehová. Salomón ofreció en sacrificio veintidós mil bueyes, y ciento veinte mil ovejas; y así dedicaron la casa de Dios el rey y todo el pueblo.

Posteriormente, Jehová se apareció a Salomón durante la noche y le dijo: Yo he oído tu oración, y he elegido para mí este lugar por casa de sacrificio. Si yo cerrare los cielos para que no haya lluvia, y si mandare a la langosta que consuma la tierra, o si enviare pestilencia a mi pueblo; si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra. Ahora estarán abiertos mis ojos y atentos mis oídos a la oración en este lugar; porque ahora he elegido y santificado esta casa, para que esté en ella mi nombre para siempre; y mis ojos y mi corazón estarán ahí para siempre

Capítulo 8

El capítulo 8 del segundo libro de Crónicas comienza con Salomón, después de veinte años de construir la casa de Jehová y su propia casa. Salomón reconstruyó las ciudades que Hiram le había dado y estableció en ellas a los israelitas. Luego, Salomón se dirigió a Jamat de Sobá y se apoderó de ella. Reconstruyó Tadmor en el desierto, así como todos los centros de aprovisionamiento que había edificado en Jamat. También reconstruyó Bet Jorón de Arriba y Bet Jorón de Abajo, ciudades fortificadas con muros, puertas y cerrojos. Además, reconstruyó Baalat, todos los centros de aprovisionamiento que tenía Salomón, todas las ciudades para los carros de guerra y la caballería, y todas las demás construcciones que Salomón quiso levantar en Jerusalén, en el Líbano y en todo el país sometido a su dominio.

Salomón impuso trabajos serviles a los sobrevivientes de los hititas, amorreos, perizitas, jivitas y jebuseos, que no pertenecían a Israel. Sin embargo, no sometió a esclavitud a ningún israelita, sino que a ellos los empleó como hombres de guerra, jefes de sus escuderos y comandantes de sus carros de guerra y su caballería1. Salomón hizo subir a la hija del Faraón desde la Ciudad de David a la casa que había edificado para ella, porque él decía: «Mi mujer no puede habitar en la casa de David, el rey de Israel, ya que los lugares donde ha entrado el Arca del Señor son sagrados»1. Salomón comenzó a ofrecer holocaustos al Señor sobre el altar que había erigido ante el vestíbulo del Templo. Según el rito de cada día, ofrecía lo que había mandado Moisés para los sábados, los novilunios y las tres solemnidades anuales.

Capítulo 9

El capítulo 9 del segundo libro de Crónicas comienza con la visita de la reina de Sabá a Salomón. La reina había oído hablar de la fama de Salomón y decidió ponerlo a prueba con preguntas difíciles. Llegó a Jerusalén con un séquito muy grande, cargado de especias aromáticas, oro en abundancia y piedras preciosas. Salomón respondió a todas sus preguntas, no hubo nada que Salomón no pudiera explicarle. La reina quedó asombrada al ver la sabiduría de Salomón, el palacio que había construido, las viandas de su mesa, las habitaciones de sus oficiales, y la escalinata por la que subía al templo del Señor.

La reina de Sabá alabó a Salomón y bendijo al Señor su Dios. Le regaló a Salomón tres mil novecientos sesenta kilos de oro, gran cantidad de especias aromáticas y piedras preciosas. Nunca más hubo especias aromáticas como las que la reina de Sabá le obsequió al rey Salomón. Los siervos de Jirán y los siervos de Salomón, que habían traído el oro de Ofir, trajeron también madera de sándalo y piedras preciosas. Con la madera de sándalo, el rey hizo escalinatas para el templo del Señor y para los palacios reales, y también arpas y salterios para los cantores. Nunca antes se había visto en la tierra de Judá madera semejante. El rey Salomón le dio a la reina de Sabá todo lo que ella quiso y le pidió, que fue más de lo que ella le había traído. Después de eso, ella volvió a su país acompañada de sus siervos

Capítulo 10

El capítulo 10 del segundo libro de Crónicas relata el inicio del reinado de Roboam y la rebelión de Israel. Roboam, hijo de Salomón, asciende al trono y todo Israel se reúne en Siquem para hacerlo rey. Jeroboam, hijo de Nabat, quien había huido a Egipto por temor a Salomón, regresa de Egipto cuando escucha la noticia. Jeroboam y todo Israel piden a Roboam que alivie el duro yugo de trabajo impuesto por su padre Salomón. Roboam pide tres días para considerar su petición y consulta a los ancianos que habían servido a su padre, quienes le aconsejan que acceda a la petición del pueblo.

Sin embargo, Roboam ignora el consejo de los ancianos y sigue el consejo de los jóvenes con quienes se había criado. Responde al pueblo con dureza, negando su petición y prometiendo aumentar aún más su carga de trabajo. Esta decisión provoca la ira del pueblo, y las diez tribus del norte de Israel se rebelan contra Roboam, proclamando a Jeroboam como su rey. Solo las tribus de Judá y Benjamín permanecen leales a Roboam. Cuando Roboam envía a Adoram, su jefe de trabajos forzados, a Israel, el pueblo lo apedrea hasta la muerte, y Roboam se ve obligado a huir a Jerusalén.

Capítulo 11

El capítulo 11 del segundo libro de Crónicas comienza con Roboam, hijo de Salomón, llegando a Jerusalén y reuniendo a la casa de Judá y a Benjamín para pelear contra Israel y recuperar el reino. Sin embargo, la palabra de Jehová llega a Semaías, un hombre de Dios, quien le dice a Roboam y a todos los israelitas en Judá y Benjamín que no deben pelear contra sus hermanos y que cada uno debe volver a su casa. Roboam y su gente obedecen la palabra de Jehová y no van contra Jeroboam. Roboam fortifica varias ciudades en Judá y Benjamín, incluyendo Belén, Etam, Técoa, Betsur, Socó, Adulam, Gat, Maresá, Zif, Adoraim, Laquis, Azecá, Sorá, Aialón y Hebrón.

Los sacerdotes y levitas de todo Israel acuden a Roboam desde sus territorios. Los levitas abandonan sus campos de pastoreo y sus posesiones y se van a Judá y a Jerusalén, porque Jeroboam y sus hijos les impiden ejercer el sacerdocio del Señor. Jeroboam instituye por su cuenta sacerdotes para los lugares altos, para los sátiros y para los terneros que él había fabricado. Gente de todas las tribus de Israel, que buscaba de todo corazón al Señor, el Dios de Israel, acude a Jerusalén para ofrecer sacrificios al Señor, el Dios de sus padres. De esta manera, fortalecen el reino de Judá y consolidan a Roboam, hijo de Salomón, durante tres años. Roboam toma por esposa a Majalat, hija de Ierimot, hijo de David y de Abijáil, hijo de Eliab, hijo de Jesé. Ella le da varios hijos: Ieús, Semarías y Zaham. Después, Roboam toma a Maacá, hija de Absalón, de la que le nacen Abías, Atai, Zizá y Selomit.

Capítulo 12

El capítulo 12 del segundo libro de Crónicas comienza con Roboam, hijo de Salomón, consolidando su reino y volviéndose fuerte. Sin embargo, Roboam y todo Israel abandonan la Ley del Señor. Como resultado de su infidelidad, en el quinto año del reinado de Roboam, Sisac, rey de Egipto, sube contra Jerusalén. Sisac llega con un ejército innumerable que incluye libios, suquíes y cusitas. Se apodera de las ciudades fortificadas de Judá y llega a Jerusalén. El profeta Semaías se presenta a Roboam y a los jefes de Judá, quienes se habían concentrado en Jerusalén ante el avance de Sisac, y les dice que han sido abandonados en manos de Sisac. Los jefes de Israel y el rey se humillan y reconocen que el Señor es justo.

Cuando el Señor ve que se han humillado, le dice a Semaías que no los destruirá completamente y que los liberará pronto. Sin embargo, estarán sometidos a Sisac, para que sepan lo que es servir a Dios y lo que es servir a los reyes de la tierra. Sisac, rey de Egipto, sube contra Jerusalén y se apodera de los tesoros de la Casa del Señor y de la casa del rey. Roboam hace escudos de bronce en lugar de los escudos de oro que había hecho Salomón y los confía a los jefes de los guardias que custodian el acceso a la casa del rey. Por haberse humillado, la ira del Señor se aparta de Roboam y no lo destruye por completo. Aún quedaba algo bueno en Judá. Roboam se reafirma en Jerusalén y sigue reinando.

Capítulo 13

El capítulo 13 del segundo libro de Crónicas comienza con el inicio del reinado de Abías sobre Judá en el año dieciocho del rey Jeroboán. Abías reina durante tres años en Jerusalén. Hay guerra entre Abías y Jeroboán. Abías tiene una fuerza militar de cuatrocientos mil hombres poderosos de guerra, hombres escogidos. Jeroboán se dispone en orden de batalla contra él con ochocientos mil hombres escogidos, hombres valientes, poderosos. Abías se levanta sobre el monte Zemaraim, que está en la región montañosa de Efraín, y habla a Jeroboán y a todo Israel. Abías recuerda que Jehová el Dios de Israel mismo dio un reino a David sobre Israel para tiempo indefinido, a él y a sus hijos, por un pacto de sal. Abías también recuerda que Jeroboán hijo de Nebat, el siervo de Salomón hijo de David, procedió a levantarse y rebelarse contra su señor.

Abías acusa a Jeroboám y a Israel de haber expulsado a los sacerdotes de Jehová, los hijos de Aarón, y a los levitas, y de haberse hecho sacerdotes como los pueblos de los países. Abías declara que, en cuanto a ellos, Jehová es su Dios, y no lo han dejado; antes bien, hay sacerdotes ministrando a Jehová, hijos de Aarón, y también los levitas en la obra. Abías advierte a Jeroboám y a Israel que no peleen contra Jehová el Dios de sus antepasados, porque no tendrán éxito. Jeroboám, por su parte, despacha una emboscada alrededor para que venga desde detrás de ellos, y así resulta que ellos están enfrente de Judá, y la emboscada detrás de este.

Capítulo 14

El capítulo 14 del segundo libro de Crónicas narra el reinado de Asa, hijo de Abías. Asa se convirtió en rey después de la muerte de su padre Abías y reinó durante diez años de paz. Asa hizo lo bueno y lo recto ante los ojos de Jehová su Dios. Quitó los altares del culto extraño y los lugares altos, quebró las imágenes y destruyó los símbolos de Asera. Además, mandó a Judá que buscase a Jehová, el Dios de sus padres, y pusiese por obra la ley y sus mandamientos. Quitó también de todas las ciudades de Judá los lugares altos y las imágenes.

Asa edificó ciudades fortificadas en Judá, ya que había paz en la tierra y no había guerra contra él en aquellos tiempos, porque Jehová le había dado paz. Dijo a Judá: «Edifiquemos estas ciudades, y cerquémoslas de muros con torres, puertas y barras, ya que la tierra es nuestra; porque hemos buscado a Jehová nuestro Dios; le hemos buscado, y él nos ha dado paz por todas partes»1. Así, el reino estuvo en paz bajo su reinado.

Capítulo 15

El capítulo 15 del segundo libro de Crónicas relata cómo Asa, rey de Judá, escucha y sigue el consejo de un profeta de Dios. El profeta Azarías le dice al pueblo de Judá que han hecho mal y qué pueden hacer para remediar la situación. Asa y su pueblo demuestran cuánto desean obedecer al Señor. Este capítulo destaca la importancia de seguir el consejo del profeta, incluso cuando este consejo puede no ser popular.

Asa toma medidas para renovar el pacto de la Iglesia con Dios. Este acto de renovación del pacto es central para el avivamiento de la fe en Judá. Asa y su pueblo muestran una gran determinación para seguir el consejo del profeta y obedecer al Señor

. Este capítulo nos enseña que la obediencia a Dios y a sus profetas trae bendiciones, incluso en tiempos de desafíos.

Capítulo 16

El capítulo 16 del segundo libro de Crónicas comienza con el año treinta y seis del reinado de Asa, cuando Baasa, rey de Israel, sube contra Judá. Baasa fortifica a Ramá para evitar que nadie salga o entre al rey Asa, rey de Judá. En respuesta, Asa saca la plata y el oro de los tesoros de la casa de Jehová y de la casa real, y envía a Ben-adad, rey de Siria, en Damasco, pidiéndole que rompa su alianza con Baasa, rey de Israel. Ben-adad accede y envía a los capitanes de sus ejércitos contra las ciudades de Israel, conquistando Ijón, Dan, Abel-maim y las ciudades de aprovisionamiento de Neftalí. Al enterarse de esto, Baasa cesa de edificar a Ramá y abandona su obra. Asa toma toda la piedra y la madera con que Baasa edificaba Ramá, y con ellas edifica a Geba y a Mizpa.

En ese tiempo, el vidente Hanani se acerca a Asa y le reprocha por apoyarse en el rey de Siria en lugar de en Jehová. Hanani le recuerda a Asa cómo Jehová había entregado en sus manos a los etíopes y los libios, a pesar de ser un ejército numeroso. Hanani advierte a Asa que, debido a su falta de fe, habrá más guerra contra él. Asa se enoja con Hanani y lo encarcela. En el año treinta y nueve de su reinado, Asa enferma gravemente de los pies, pero en su enfermedad no busca a Jehová, sino a los médicos. Asa muere en el año cuarenta y uno de su reinado y es sepultado en los sepulcros que él había hecho para sí en la ciudad de David.

Capítulo 17

El capítulo 17 del segundo libro de Crónicas comienza con el inicio del reinado de Josafat, hijo de Asa. Josafat se fortalece contra Israel y coloca tropas en todas las ciudades fortificadas de Judá. También establece guarniciones en la tierra de Judá y en las ciudades de Efraín que su padre Asa había tomado. Josafat busca al Dios de su padre y sigue sus mandamientos, en lugar de seguir las prácticas idólatras de Israel. Como resultado, Jehová está con Josafat y fortalece su reino. Josafat tiene riquezas y gloria en abundancia. Además, se anima a seguir los caminos de Jehová y elimina los lugares altos y las imágenes de Asera de Judá.

En el tercer año de su reinado, Josafat envía a sus príncipes y levitas para enseñar en las ciudades de Judá. Llevan consigo el libro de la ley de Jehová y recorren todas las ciudades de Judá enseñando al pueblo. El temor de Jehová cae sobre todos los reinos de las tierras que rodean a Judá, y no se atreven a hacer la guerra contra Josafat. Los filisteos y los árabes traen presentes y tributos a Josafat. Josafat continúa creciendo en poder y construye fortalezas y ciudades de aprovisionamiento en Judá.

Capítulo 18

El capítulo 18 del segundo libro de Crónicas comienza con Josafat, quien tiene riquezas y gloria en abundancia, contrayendo parentesco con Acab. Después de algunos años, Josafat desciende a Samaria para visitar a Acab. Acab mata muchas ovejas y bueyes para él y para la gente que viene con él, y persuade a Josafat para que vaya con él contra Ramot de Galaad. Acab, rey de Israel, pregunta a Josafat, rey de Judá, si quiere ir con él contra Ramot de Galaad. Josafat responde que él es como Acab, y su pueblo es como el pueblo de Acab, y que irá con Acab a la guerra. Sin embargo, Josafat pide a Acab que consulte la palabra de Jehová. Acab reúne a cuatrocientos profetas, quienes le aconsejan que suba a la guerra, ya que Dios entregará a los enemigos en manos del rey.

Pero Josafat insiste en preguntar si hay algún profeta de Jehová por medio del cual puedan consultar. Acab responde que hay un hombre, Micaías hijo de Imla, por el cual pueden preguntar a Jehová; pero Acab detesta a Micaías porque nunca le profetiza nada bueno, sino siempre mal. Josafat le pide a Acab que no hable así. Acab llama a un oficial y le ordena que traiga a Micaías. Cuando Micaías llega al rey, Acab le pregunta si deben ir a pelear contra Ramot de Galaad, o si debe quedarse quieto. Micaías responde que deben subir y serán prósperos, pues serán entregados en sus manos. Pero cuando Acab le pide a Micaías que le diga la verdad, Micaías profetiza que ha visto a todo Israel disperso por las montañas como ovejas sin pastor. Micaías dice que Jehová ha dicho que estos no tienen señor, y que cada uno debe volver en paz a su casa.

Capítulo 19

El capítulo 19 del segundo libro de Crónicas comienza con Josafat, rey de Judá, regresando a Jerusalén después de la batalla descrita en el capítulo anterior. En su camino, se encuentra con Jehú, hijo de Hanani, un vidente que le reprocha por ayudar al impío y favorecer a los que odian a Jehová. Jehú advierte a Josafat que ha traído la ira del Señor sobre sí mismo por sus acciones. A pesar de esta reprimenda, se menciona que Josafat continúa haciendo lo bueno en los ojos del Señor.

Josafat se embarca en una serie de reformas religiosas en todo el reino. Establece jueces en las ciudades fortificadas de Judá y les insta a juzgar con justicia y temor del Señor. En Jerusalén, establece a algunos de los levitas y sacerdotes como jueces en asuntos del Señor y en disputas civiles. Josafat les advierte que deben actuar con integridad y lealtad, y que deben temer al Señor. Con estas reformas, Josafat busca asegurar que el pueblo de Judá siga los caminos del Señor.

Capítulo 20

El capítulo 20 del segundo libro de Crónicas comienza con la noticia de que los hijos de Moab, Amón y otros amonitas vienen a la guerra contra Josafat. En respuesta, Josafat siente temor y busca la guía de Jehová, proclamando un ayuno en todo Judá. El pueblo de Judá se reúne para buscar la ayuda de Jehová. Josafat se dirige a la asamblea de Judá y Jerusalén en la casa de Jehová y ora a Jehová, recordándole las promesas que hizo a sus antepasados y pidiéndole ayuda contra los ejércitos invasores.

El Espíritu de Jehová viene sobre Jahaziel, un levita, quien profetiza que Jehová luchará por ellos y que no deben temer. Al día siguiente, mientras el pueblo de Judá sale a la batalla, Josafat los anima a tener fe en Jehová y en sus profetas. Cuando comienzan a cantar y alabar a Jehová, Jehová pone emboscadas contra los hijos de Amón, Moab y el monte de Seir, y se matan entre sí. El pueblo de Judá regresa a Jerusalén con alegría, porque Jehová les ha dado motivo de alegría al derrotar a sus enemigos.

Capítulo 21

El capítulo 21 del segundo libro de Crónicas comienza con la muerte de Josafat y el ascenso al trono de su hijo Joram. Joram tenía seis hermanos, hijos de Josafat, pero él fue el que heredó el reino por ser el primogénito. Una vez que Joram se afianzó en el poder, mató a todos sus hermanos y a algunos de los jefes de Israel. Joram siguió el camino de los reyes de Israel, casándose con la hija de Acab y haciendo lo que era malo a los ojos de Jehová. A pesar de su maldad, Jehová no quiso destruir la casa de David debido al pacto que había hecho con David. Durante el reinado de Joram, Edom y Libna se rebelaron contra Judá.

Joram también construyó lugares altos en las montañas de Judá, incitando a la prostitución a los habitantes de Jerusalén y a Judá1. Recibió una carta del profeta Elías, que le reprochaba por no seguir los caminos de Josafat y Asa, y por hacer que Judá y los habitantes de Jerusalén se prostituyeran. Elías predijo que Jehová infligiría un terrible castigo a Joram, a su pueblo, a sus hijos, a sus mujeres, y a todos sus bienes. Joram padecería muchas dolencias, con una enfermedad maligna que le carcomería las entrañas día tras día. Jehová despertó la hostilidad de los filisteos y de los árabes contra Joram. Al final, Jehová hirió a Joram con una enfermedad incurable en los intestinos. Después de dos años, la enfermedad le carcomió las entrañas, y murió en medio de terribles dolores.

Capítulo 22

El capítulo 22 del segundo libro de Crónicas comienza con la muerte de Josafat y el ascenso al trono de su hijo Ocozías. Ocozías era el hijo menor de Josafat y fue hecho rey por los habitantes de Jerusalén. Sin embargo, Ocozías siguió el camino de los reyes de Israel, haciendo lo que era malo a los ojos de Jehová. Durante su reinado, Ocozías se alió con Joram, hijo de Acab, rey de Israel, y fue a la guerra con él. Durante esta guerra, Joram resultó herido y Ocozías fue a visitarlo. Sin embargo, esta visita resultó en la muerte de Ocozías a manos de Jehú, quien había sido ungido por Jehová para exterminar a la casa de Acab.

Tras la muerte de Ocozías, su madre Atalía tomó el poder y comenzó a reinar en el país. Atalía era una mujer despiadada y sangrienta que mató a toda la descendencia real de la casa de Judá para asegurar su posición. Sin embargo, un hijo de Ocozías, Joás, fue salvado por su tía Josabet, quien lo escondió en la casa de Dios durante seis años. Durante este tiempo, Atalía reinó en el país, sin saber que el heredero legítimo al trono aún estaba vivo.

Capítulo 23

El capítulo 23 del segundo libro de Crónicas comienza con el séptimo año del reinado de Joiada, quien reúne a los jefes de centenas y recorre todo el territorio de Judá, congregando a los levitas de todas las ciudades y a los jefes de familia de Israel. Luego, todos sellan una alianza con el rey en la Casa de Dios. Joiada les dice: «Aquí está el hijo del rey. El debe reinar, como lo dijo el Señor acerca de los descendientes de David»1. Joiada organiza a los sacerdotes y levitas que están de servicio, montando guardia en las puertas, ocupando la casa del rey, y permaneciendo en la puerta del Fundamento. Mientras tanto, todo el pueblo permanece en los atrios de la Casa del Señor.

Los levitas forman un círculo alrededor del rey, con las armas en la mano. Cualquiera que intente penetrar en el Templo, morirá. Los levitas y todo Judá ejecutan exactamente lo que les había ordenado el sacerdote Joiada. El sacerdote Joiada entrega a los centuriones las lanzas, los escudos y los broqueles del rey David, que estaban en la Casa de Dios. Luego, hacen salir al hijo del rey, le impusieron la diadema y el Testimonio, lo proclaman rey, y Joiada y sus hijos lo ungen, aclamando: «¡Viva el rey!». Cuando Atalía oye el griterío de la gente que corre y aclama al rey, se dirige hacia la Casa del Señor, donde estaba el pueblo. Al ver al rey de pie sobre el estrado, junto a la entrada, a los jefes y las trompetas junto al rey, a todo el pueblo que estaba de fiesta y tocaba las trompetas, y a los cantores que dirigían las aclamaciones con sus instrumentos musicales, Atalía rasga sus vestidos y grita: «¡Traición! ¡Traición!».

Capítulo 24

El capítulo 24 del segundo libro de Crónicas comienza con Joás, quien asciende al trono a la edad de siete años y reina durante cuarenta años en Jerusalén. Joás hace lo que es recto a los ojos de Jehová durante toda la vida del sacerdote Joyadá. Joyadá le consigue dos esposas a Joás, y Joás tiene hijos e hijas con ellas. Posteriormente, Joás decide reparar la casa de Jehová. Reúne a los sacerdotes y a los levitas y les dice que vayan a las ciudades de Judá y recojan dinero de todo Israel para reparar la casa de Dios cada año. Sin embargo, los levitas tardan en hacerlo. Joás llama al sumo sacerdote Joyadá y le pregunta por qué no ha hecho que los levitas recojan el tributo que Moisés, siervo de Dios, impuso a Israel para el tabernáculo del testimonio.

Joás y Joyadá dan el dinero a los encargados de hacer las obras en la casa de Jehová para pagar a los canteros y carpinteros para la reparación de la casa de Jehová, así como a los herreros y broncistas para reparar la casa de Jehová. Los oficiales trabajan y hacen las reparaciones necesarias, restituyendo a su estado la casa de Dios y consolidándola. Cuando se terminan las obras, llevan al rey y a Joyadá el resto del dinero, y de él se hacen utensilios para la casa de Yahvé, los utensilios para el servicio, copas para los holocaustos, copas y otros utensilios de oro y de plata. Durante toda la vida de Joyadá se ofrecieron continuamente holocaustos en la casa de Yahvé. Joyadá muere a una edad avanzada de ciento treinta años. Después de la muerte de Joyadá, los príncipes comienzan a adular al rey, y éste los escucha. Dejan la casa de Jehová, Dios de sus padres, y sirven a las “aseras” y a los ídolos.

Capítulo 25

El capítulo 25 del segundo libro de Crónicas comienza con Amasías, hijo de Joás, asumiendo el reinado a la edad de veinticinco años. Amasías hace lo que es correcto a los ojos de Jehová, aunque no con un corazón perfecto. Una vez que se afirma en el reino, mata a los siervos que habían matado a su padre, el rey Joás. Sin embargo, no mata a los hijos de estos siervos, cumpliendo con lo que está escrito en la ley, en el libro de Moisés. Amasías reúne a Judá y los organiza por familias, poniendo jefes de miles y de cientos sobre todo Judá y Benjamín. Luego, hace un censo de todos los hombres mayores de veinte años, encontrando trescientos mil hombres escogidos para salir a la guerra. Amasías también contrata a cien mil valientes guerreros de Israel por cien talentos de plata.

Sin embargo, un hombre de Dios viene a él y le dice que no debe ir con el ejército de Israel, porque Jehová no está con Israel. Amasías pregunta qué hará con los cien talentos de plata que ha dado al ejército de Israel, y el hombre de Dios responde que Jehová puede darle mucho más que eso. Entonces, Amasías envía de vuelta a los hombres de Israel que había contratado, y ellos regresan a sus casas muy enojados. Amasías luego lidera a su pueblo a la guerra contra los hijos de Seir y mata a diez mil de ellos. Los hijos de Judá capturan a otros diez mil vivos, los llevan a la cima de un acantilado y los arrojan desde allí, y todos se hacen pedazos. Después de la batalla, Amasías trae consigo los dioses de los hijos de Seir y los adora, quemándoles incienso. Esto provoca la ira de Jehová contra Amasías.

Capítulo 26

El capítulo 26 del segundo libro de Crónicas comienza con Uzías, hijo de Amasías, asumiendo el reinado a la edad de dieciséis años. Uzías hace lo que es correcto a los ojos de Jehová durante toda la vida del sacerdote Zacarías. Uzías busca a Dios y Dios le da éxito. Uzías declara la guerra a los filisteos y derriba las murallas de Gat, Jabnia y Asdod. Luego construye nuevas ciudades en la región de Asdod y en otras partes de Filistea. Dios lo ayuda en las guerras contra los filisteos, en sus batallas contra los árabes de Gur y en sus guerras contra los meunitas. Los meunitas le pagan un tributo anual, y la fama del rey se extiende incluso hasta Egipto, porque había llegado a ser muy poderoso.

Uzías prepara a todo el ejército escudos, lanzas, yelmos, coseletes, arcos, y hondas para tirar piedras. También edifica estructuras sobre las murallas de Jerusalén, diseñadas por expertos para proteger a los que disparaban flechas y lanzaban grandes piedras desde las torres y las esquinas de la muralla. Su fama se extiende por todas partes porque el Señor le da maravillosa ayuda, y llega a ser muy poderoso. Pero cuando llega a ser poderoso, Uzías también se vuelve orgulloso, lo cual resulta en su ruina. Peca contra el Señor su Dios cuando entra al santuario del templo del Señor y personalmente quema incienso sobre el altar del incienso. Azarías, el sumo sacerdote, va tras él junto con ochenta sacerdotes del Señor, todos ellos hombres valientes.

Capítulo 27

El capítulo 27 del segundo libro de Crónicas comienza con Jotam, hijo de Uzías, asumiendo el reinado a la edad de veinticinco años. Jotam hace lo que es correcto a los ojos de Jehová, aunque no con un corazón perfecto. Una vez que se afirma en el reino, mata a los siervos que habían matado a su padre, el rey Uzías. Sin embargo, no mata a los hijos de estos siervos, cumpliendo con lo que está escrito en la ley, en el libro de Moisés. Jotam declara la guerra a los hijos de Amón, a los cuales vence; y le dieron los hijos de Amón en aquel año cien talentos de plata, diez mil coros de trigo, y diez mil de cebada. Esto le dieron los hijos de Amón, y lo mismo en el segundo año y en el tercero.

Jotam se hace fuerte, porque prepara sus caminos delante de Jehová, su Dios. Los demás hechos de Jotam, todas sus guerras y sus caminos, están escritos en el libro de los reyes de Israel y de Judá. Cuando comenzó a reinar tenía veinticinco años, y dieciséis años reinó en Jerusalén. Durmió Jotam con sus padres, y lo sepultaron en la Ciudad de David. Reinó en su lugar su hijo Acaz.

Capítulo 28

El capítulo 28 del segundo libro de Crónicas comienza con Acaz, quien asume el reinado a la edad de veinte años y reina durante dieciséis años en Jerusalén. Sin embargo, Acaz no hace lo correcto a los ojos de Jehová, a diferencia de su padre David. Acaz sigue los caminos de los reyes de Israel, hace imágenes fundidas a los baales, quema incienso en el valle de los hijos de Hinom, y hace pasar a sus hijos por fuego. También sacrifica y quema incienso en los lugares altos, en los collados, y debajo de todo árbol frondoso. Como resultado de sus acciones, Jehová lo entrega en manos del rey de los sirios, quienes lo derrotan y toman muchos prisioneros que llevan a Damasco. Acaz también es entregado en manos del rey de Israel, quien le causa una gran derrota.

Pécaj, hijo de Remalías, mata en Judá a ciento veinte mil hombres valientes en un solo día, porque habían abandonado a Jehová, el Dios de sus padres. Zicri, un hombre poderoso de Efraín, mata a Maasías, hijo del rey, a Azricam, su mayordomo, y a Elcana, segundo después del rey. Los hijos de Israel también toman cautivos a doscientos mil de sus hermanos, entre mujeres, muchachos y muchachas. Además, toman de ellos mucho botín que llevan a Samaria. Sin embargo, un profeta de Jehová llamado Oded les advierte que no deben traer a los cautivos, porque esto les hará culpables ante Jehová. A pesar de esto, el ejército abandona a los cautivos y el botín delante de los jefes y de toda la multitud.

Capítulo 29

El capítulo 29 del segundo libro de Crónicas narra la historia del rey Ezequías. Ezequías tenía veintinueve años cuando comenzó a reinar, y reinó veinticinco años en Jerusalén. Su madre se llamaba Abiá y era hija de Zacarías. Ezequías hizo lo que es recto a los ojos del Señor, tal como había hecho su padre David. En el primer mes del primer año de su reinado, Ezequías abrió las puertas de la Casa del Señor y las restauró.

Después convocó a los sacerdotes y a los levitas, los reunió en el atrio oriental y les dijo: «¡Escúchenme, levitas! Purifíquense ahora y purifiquen la Casa del Señor, el Dios de sus padres, eliminando todas las impurezas que hay en el Santuario. Porque nuestros padres se han rebelado y han hecho lo que es malo a los ojos del Señor, nuestro Dios; lo han abandonado y han apartado su rostro de la Morada del Señor, volviéndole la espalda.

Capítulo 30

El capítulo 30 del segundo libro de Crónicas narra cómo el rey Ezequías envió cartas a todo Israel y Judá, así como a Efraím y Manasés, invitándolos a celebrar la Pascua en la casa del Señor en Jerusalén. El rey, sus líderes y toda la asamblea de Jerusalén acordaron celebrar la Pascua en el segundo mes, ya que no habían podido celebrarla a su debido tiempo porque los sacerdotes no se habían purificado en número suficiente y el pueblo no se había reunido en Jerusalén.

Los mensajeros recorrieron todo Israel y Judá con las cartas del rey y sus líderes, instando a los israelitas a volver al Señor, el Dios de Abraham, Isaac e Israel. A pesar de que muchos se burlaban de ellos, algunos hombres de Aser, Manasés y Zabulón se humillaron y fueron a Jerusalén. En Judá, la mano de Dios movió los corazones para cumplir unánimemente la orden del rey y los líderes, conforme a la palabra del Señor.

Capítulo 31

El capítulo 31 del segundo libro de Crónicas comienza con la purificación de la tierra prometida. Después de la celebración de la Pascua, todos los israelitas recorrieron las ciudades de Judá, derribando las columnas, talando los postes sagrados y destruyendo los santuarios locales de los altos y todos los altares levantados en Judá y Benjamín, en Efraín y Manasés. Luego, Ezequías restableció los turnos de sacerdotes y levitas, asignando a cada cual su función sacerdotal o levítica. También restableció los holocaustos y sacrificios de comunión, el servicio litúrgico, los cantos de acción de gracias y los himnos de alabanza a las puertas de los atrios del Templo.

Ezequías asignó una parte de sus propiedades para todos los holocaustos: los matutinos y vespertinos, los de los sábados, los de primeros de mes y demás festividades, según lo prescrito en la ley del Señor. Ordenó a la gente que residía en Jerusalén entregar la cuota correspondiente a los sacerdotes y levitas, para que pudiesen dedicarse a la ley del Señor. Conocida la orden, los israelitas incrementaron las primicias de cereales, vino, aceite, miel y de todos los productos agrícolas, y pagaron con creces todos los diezmos. Los israelitas y los judíos que residían en las ciudades de Judá trajeron también los diezmos del ganado mayor y menor junto con el diezmo de todo lo consagrado al Señor su Dios y lo apilaron por montones.

Capítulo 32

El capítulo 32 del segundo libro de Crónicas relata cómo el rey Senaquerib de Asiria invadió Judá y acampó contra las ciudades fortificadas, con la intención de conquistarlas. Ezequías, al ver la venida de Senaquerib y su intención de combatir a Jerusalén, tomó medidas para proteger la ciudad. Reunió a mucha gente y cegaron todas las fuentes y el arroyo que corría a través del territorio, para evitar que los asirios tuvieran acceso a muchas aguas cuando llegaran. Además, Ezequías fortificó todos los muros caídos, alzó las torres, construyó otro muro por fuera y fortificó a Milo en la ciudad de David.

Senaquerib, mientras sitiaba a Laquis con todas sus fuerzas, envió a sus siervos a Jerusalén para intimidar a Ezequías y a todos los de Judá que estaban en Jerusalén. Senaquerib cuestionó la fe del pueblo en Dios y desacreditó a Ezequías por quitar los lugares altos y los altares, insistiendo en que adoraran solo en un altar. Sin embargo, el pueblo tuvo confianza en las palabras de Ezequías, quien les aseguró que con ellos estaba Jehová, su Dios, para ayudarles y pelear sus batallas.

Capítulo 33

El capítulo 33 del segundo libro de Crónicas narra la historia del rey Manasés, quien comenzó a reinar a los doce años y reinó en Jerusalén durante cincuenta y cinco años. Sin embargo, hizo lo malo ante los ojos de Jehová, siguiendo las abominaciones de las naciones que Jehová había echado de delante de los hijos de Israel. Manasés reedificó los lugares altos que su padre Ezequías había derribado, levantó altares a los baales, hizo imágenes de Asera, y adoró a todo el ejército de los cielos y les rindió culto1. Además, puso una imagen fundida en la casa de Dios, de la cual Dios había dicho a David y a Salomón su hijo: «En esta casa y en Jerusalén, la cual yo elegí sobre todas las tribus de Israel, pondré mi nombre para siempre».

A pesar de las advertencias de Jehová, Manasés y su pueblo no escucharon, por lo que Jehová trajo contra ellos a los generales del ejército del rey de los asirios, quienes aprisionaron a Manasés con grillos y lo llevaron atado con cadenas a Babilonia. Sin embargo, cuando Manasés se vio en angustias, oró a Jehová su Dios, humillándose grandemente en la presencia del Dios de sus padres. Dios oyó su oración y lo restauró a Jerusalén, a su reino. Entonces Manasés reconoció que Jehová era Dios. Después de esto, Manasés hizo reformas significativas, incluyendo la construcción de un muro exterior de la ciudad de David, la eliminación de los dioses extranjeros y los altares que había edificado, y la reparación del altar de Jehová.

Capítulo 34

El capítulo 34 del segundo libro de Crónicas narra la historia del rey Josías, quien comenzó a reinar a los ocho años y reinó en Jerusalén durante treinta y un años1. Josías hizo lo recto ante los ojos de Jehová, siguiendo los caminos de su padre David. A los ocho años de su reinado, siendo aún muchacho, comenzó a buscar al Dios de David su padre; y a los doce años comenzó a limpiar a Judá y a Jerusalén de los lugares altos, imágenes de Asera, esculturas, e imágenes fundidas. Derribó los altares de los baales, despedazó las imágenes del sol, desmenuzó las esculturas y estatuas fundidas, y esparció el polvo sobre los sepulcros de los que les habían ofrecido sacrificio. Quemó además los huesos de los sacerdotes sobre sus altares, y limpió a Judá y a Jerusalén.

A los dieciocho años de su reinado, después de haber limpiado la tierra y la casa, Josías envió a Safán hijo de Azalía, a Maasías gobernador de la ciudad, y a Joa hijo de Joacaz, canciller, para que reparasen la casa de Jehová su Dios. Los levitas que guardaban la puerta recogieron dinero de Manasés, Efraín, todo el remanente de Israel, todo Judá y Benjamín, y de los habitantes de Jerusalén, y lo entregaron a los que hacían la obra en la casa de Jehová. Estos hombres procedían con fidelidad en la obra, y eran sus mayordomos Jahat y Abdías, levitas de los hijos de Merari, y Zacarías y Mesulam de los hijos de Coat, para que activasen la obra. Al sacar el dinero que había sido traído a la casa de Jehová, el sacerdote Hilcías halló el libro de la ley de Jehová dada por medio de Moisés.

Capítulo 35

El capítulo 35 del segundo libro de Crónicas narra la celebración de la Pascua por el rey Josías. Josías celebró la Pascua a Jehová en Jerusalén, y sacrificaron la Pascua a los catorce días del mes primero. Restableció a los sacerdotes en sus funciones y los animó a dedicarse enteramente al servicio de la Casa del Señor. Luego dijo a los levitas que instruían a todo Israel y estaban consagrados al Señor: «Pongan el Arca santa en el Templo que edificó Salomón, hijo de David, rey de Israel: ya no tendrán que llevarla sobre los hombros. Ahora sirvan al Señor, su Dios, y a su pueblo Israel.

Josías entregó para la gente del pueblo ganado menor –corderos y cabritos –en número de treinta mil, como víctimas pascuales para todos los que se encontraban allí, y dio además tres mil bueyes. Todo esto provenía de los bienes del rey. También sus jefes entregaron ofrendas voluntarias para el pueblo, los sacerdotes y los levitas. Una vez organizado el servicio, los sacerdotes ocuparon sus puestos, lo mismo que los levitas, Según sus clases, conforme a la orden del rey. Luego se inmoló la Pascua, y los sacerdotes hacían la aspersión con la sangre recibida de manos de los levitas, mientras estos desollaban las víctimas.

Capítulo 36

El capítulo 36 del segundo libro de Crónicas comienza con el reinado de Joacaz, hijo de Josías, quien fue hecho rey por el pueblo de la tierra en lugar de su padre en Jerusalén. Joacaz reinó durante tres meses antes de ser destituido por el rey de Egipto, quien impuso una multa a la tierra y estableció a Eliaquim, hermano de Joacaz, como rey sobre Judá y Jerusalén. Eliaquim, cuyo nombre fue cambiado a Joacim, hizo lo malo ante los ojos de Jehová, lo que llevó a Nabucodonosor, rey de Babilonia, a subir contra él y llevarlo a Babilonia atado con cadenas.

Después del reinado de Joacim, su hijo Joaquín se convirtió en rey, pero también hizo lo malo ante los ojos de Jehová. Joaquín fue llevado a Babilonia por Nabucodonosor, junto con los objetos más preciosos del templo de Jehová. Luego, Sedequías, hermano de Joaquín, fue puesto como rey en Judá y Jerusalén. A pesar de las advertencias de Jehová a través del profeta Jeremías, Sedequías hizo lo malo ante los ojos de Jehová y se rebeló contra Nabucodonosor. Esto llevó a la ira de Jehová contra su pueblo, hasta el punto de que no hubo remedio.

Aprende más de la biblia

Scroll to Top