Génesis 23 explicación: Abraham compra la cueva de Macpela

Genesis 23 Abraham compra la cueva de Macpela

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Luego de la prueba dada a Abraham por medio de su hijo Isaac, el capítulo 22 del libro de Genesis nos apunta al compromiso de Isaac con Rebeca, mostrándonos así la preservación de Dios para la descendencia santa y su fidelidad en cumplir con su juramento y promesa. En Genesis 24, que está directamente relacionado con esta última sección, se entiende mejor bajo la perspectiva de lo sucedido en el capítulo 23, puesto que el mismo pasaje nos muestra que el casamiento de Isaac es un consuelo ante la muerte de su madre (Gen. 24:67).

Este evento no solamente narra la muerte de Sara y el sentido de pesar en la familia del pacto, sino que muestra la historia de la propiedad de Abraham y su relación con aquella tierra.

Young, coloca esta sección como parte de una prueba en cuanto su fe con respecto a la tierra (12:7; 13:15, 17; 15:7, 18; 17:2; 28:4, 14), lo cual era parte de la promesa inicial al igual que la promesa confirmada en la prueba de Isaac. Constantemente el texto hace referencia a la muerte de Sara, al igual que a la compra legítima de la propiedad, dos aspectos que se contrastan y manifiestan un entendimiento muy particular.

Versículos 1 al 2

Dentro de las curiosidades bíblicas se encuentra el hecho de que la única mujer sobre la que se registra la edad de su muerte es Sara, lo que implica que es colocada en la categoría de personaje principal. Específicamente vivió 120 años. Aunque algunas traducciones, como la Reina Valera actualizada, afirma que fueron 127 años.

El texto nos especifica el lugar exacto de su muerte: Quiriat Arbá, lo que sería, conforme a la percepción del lector, la ciudad de Hebrón. Lo sitúa en el mismo lugar de su sepultura (23:19), según se nos explica más adelante el nombre de Arbá venía de un anaquita poderoso (cp. Jos. 14:14-15).

Esta era una ciudad que quedaba a unos 32 kilómetros de Jerusalén, por lo que se sitúa muy cerca de Moria, llamada también ciudad de los levitas y ciudad de refugio (cp. Jos. 21:11-13; 20:1-7), David fue ungido como rey en dicha ciudad (2 Sam. 2:11). Como vemos es una ciudad de suma importancia en diferentes épocas de la historia de la redención, algunos consideran que fue usada como capital administrativa en varias ocasiones de la historia. Esta se le llama, pues tierra de Canaán, sin olvidar que allí estaba esta tierra.

Al final del versículo 2 se nos indica que Sara fue llorada por Abraham en aquel lugar. Lo que termina desenvolviendo los hechos de los versículos posteriores.

Versículos 3 al 5

Podemos deducir que había algún tipo de acto fúnebre o alguna sepultura momentánea para el cuerpo de Sara, puesto que el texto nos dice que “Abraham se retiró de donde estaba la difunta” (NVI) “se apartó del cuerpo de su esposa” (NTV), lo que indica que estaba llorando y doliéndose por ella ante el cuerpo inerte. Pero, se levantó para resolver el asunto, era necesario darle una sepultura digna a su esposa, pero para ello era necesario contar con una sepultura.

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Por eso fue a los hijos de Het, es decir a los hititas.

En esta declaración indicó: entre ustedes soy un extranjero. Es decir, Abraham no contaba con reales derechos como un ciudadano de Hebron y, en parte, era como una clase de extraño en aquel lugar. Pero, aun así, quería solicitar que se le vendiera un pedazo de tierra para enterrar a su muerta. Esto demostraba verdadera humildad de parte de Abraham quien, realmente, era visto como un príncipe, de tal modo que el mismo rey de aquella región iba a visitarlo junto a su mano derecha. Él no se presentaba ostentando poder y señorío, sino que más bien se mostraba así mismo como un extranjero, alguien que es objeto de misericordia y sin derechos en aquella tierra (cp. 23:7; Dt. 10:19; Ex. 22:21; Nm. 35:15).

No obstante, la idea de extranjero y peregrino es muy difundida dentro de la imagenología del pueblo de Dios retratado en Génesis (cp. 17:8; 47:9), Abraham se describe a sí mismo como un extranjero, pero al mismo tiempo como un morador extraño. Esto posiblemente sea dado por las diferencias raciales y culturales, aspectos que eran muy enfatizados en aquellos tiempos. De hecho, cuando los Sodomitas se quejan de Lot, estos mismos afirman que el no pertenecía a aquella tierra. Los creyentes, al igual que Abraham, Isaac y Jacob, nos consideramos a nosotros mismos extraños, extranjeros y advenedizos en esta tierra (1 Pe. 2:11). Esta declaración de Abraham es fundamental para entender la relación que se pauta entre ellos.

Pero, a pesar de estar en esta condición, Abraham quiere pedirles que le vendan un sepulcro para que pueda enterrar a su esposa.

A lo que los hititas respondieron con un contraste marcado ante las palabras de Abrahán, en primer lugar, ellos reconocen que Abraham es como un príncipe en medio de ellos.  Pero no es cualquier príncipe, según diferentes traducciones era un príncipe que tenía cierto prestigio, diferentes traducciones expresan esto “príncipe de Dios” (RV60), “príncipe poderoso” (NVI), “príncipe de honor” (NTV). Lo que demuestra un anticipo de la promesa de Dios de engrandecer el nombre de Abraham (Is. 45:14; Gen. 24:35) la expresión manifiesta el increíble honor y respeto que tenía Abraham en aquel lugar, tanto era esto que no se atrevían a venderle algún terreno en dichas circunstancias, es más, lo veían como un deber moral dar el sepulcro solicitado como un regalo.

De esta forma, le indica que él decida cuál sepulcro, que sea el mejor sepulcro, que cumpla con su deber de enterrar a su muerta, puesto que él goza de dicho prestigio en medio de ellos.

Versículos 7 al 16

Importante: la cueva de Macpela, el sepulcro de Abraham y su descendencia.

Ante esta respuesta, Abraham realizó una reverencia (cp. 18:2; 19:1), lo cual significaba una manera de darles honra, pero físicamente implicaba inclinarse al suelo para reverenciar a los hombres que estaban allí presentes.

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De allí Abraham coloca su oferta: 1) Que se le dé en venta la cueva de Macpela, aquella que pertenece a Efron hijo de Zoar 2) que lo venda en el justo precio, que él la comprará para así enterrar a Saray. Es interesante que, la necesidad de darle sepulcro a Sara era de continúo repetida, desde todos los puntos de vista (cp. vv. 4, 6, 11, 13, 15, 19), pero en este versículo específico se llama la atención a tener un “sepulcro para mi familia” (v. 9), este enfoque le da a Moisés en el versículo 17 y 20, es decir, el pasaje busca explicar cómo llegó aquel lugar llegó a ser propiedad de Abraham y su descendencia.

¿Por qué querría Moisés explicar esto?

En aquel lugar estaba el hombre sobre quien Abraham hablaba, y en medio de todos aquellos hombres dijo que le regalaba, no solamente la cueva, sino también el campo. Además, alegaba que esta transacción estaba constatada por los testigos que allí estaban presentes. En esta porción Efrón el Hitita dice “yo se lo regalo…”  Y cierra “entierre usted a su esposa” lo que mostraba no solamente el gran aprecio y respeto que los hombres tenían para Abraham, sino también la comprensión misericordiosa de Efron ante la pérdida de un ser querido. Aún más, el hecho de que los testigos estuvieran presentes daba formalidad y carácter legal sobre la transacción. Pese a que la solicitud de Abraham fue sobre solamente la cueva que estaba a un extremo del campo, Efron ofreció tanto el campo como la cueva.

Sobre la negociación:

Este acto reflejaba una ostentosa muestra de magnanimidad, sin embargo, no pasaba de ser un mero gesto. A pesar de que Abraham solo tenía interés en adquirir la cueva, se encontró con una oferta que incluía tanto la propiedad como la cueva. Aunque el ofrecimiento parecía desinteresado, se daba por sentado que se esperaban a cambio obsequios de gran valor, los cuales difícilmente habrían colmado las expectativas. Consciente de esta realidad, el patriarca optó por formalizar la transacción y solicitó establecer términos claros.

Nuevamente, Abraham se inclinó ante aquellos hombres. Y respondió frente a todos los testigos (esta fórmula es usada para dar énfasis de que la transacción tuvo carácter legal), entonces Abraham insistió en pagar el precio completo de la heredad (tanto del campo como de la cueva). En el versículo 15 Efron asigna el precio, pero la forma como lo comunica deja ver claramente que quienes participaban en la transacción eran hombres de mucho poder, la expresión “¿Qué es esto entre nosotros?”, parece dar a entender que a Efron realmente no le interesaba recibir el pago, más convenía recibir la honra de haber regalado la propiedad a Abraham. Todo esto apuntaba al prestigio de Abraham entre los moradores, incluso podríamos pensar que Efron era un hombre de mucho poder por la forma como hablaba, ya que aquella heredad no parecía ser determinante para su familia (las heredades normalmente no se vendían a causa del impacto negativo que podría tener sobre la descendencia, en aquellos tiempos la tierra era más importante que el dinero). Otra interpretación, como lo manifiesta la NTV, es que estos eran amigos y que esto, entre ellos, no tenía nada.

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La transacción termina en el versículo 16 donde nos dice que 1) se pusieron de acuerdo, 2) peso y pagó lo convenido con testigos, 3) el monto en este caso fue de 400 monedas de plata pesada conforme a las normas hititas bajo el testimonio de los ancianos hititas. De esta manera, este versículo cierra la transacción que inicia al principio del capítulo. Esta cueva la veremos nuevamente en la muerte de Jacob (49:29-33).

Versículos 17 al 20

Esta parte del pasaje es esclarecedor para entender qué quiere decir y con qué finalidad el autor lo coloca en este texto, de esta manera, cuando vemos el pasaje en cuestión se repite dos veces la misma idea (vv. 17 y 20), y quedó la heredad o la sepultura a Abraham. De hecho, es muy específico al indicar que todo aquello, tanto la cueva, como el terreno, los árboles y todo lo que estaba en aquella tierra, era propiedad de Abraham. De esta forma, no solamente habían adquirido un sepulcro, sino también una tierra considerable (cp. 25:9; 49:30-32; 50:13; Hch. 7:16).

De esta forma, Abraham adquirió aquello, de una forma justa, solicitándolo con humildad, pagando el justo precio y ante muchos testigos. Lógicamente, luego de esto, Abraham pudo sepultar a su esposa y al mismo tiempo adquirió el sepulcro para su familia. Nuevamente, en estos pocos versículos vemos un énfasis en la adquisición de esta porción de tierra. Lo que nos da un enfoque en retrospectiva.

Es esencial apreciar la importancia de la compra de este terreno. Primero, es importante subrayar que en una sociedad nómada y transitoria, los sepulcros y manantiales eran las únicas posesiones privadas reconocidas. En las culturas de la época de Abraham, era común y altamente respetado que un forastero tuviera derecho a su propio sepulcro, un derecho que Abraham ejerció en un momento crítico de necesidad. Además, la adquisición de esta tierra simboliza la aceptación de la promesa divina de que sería heredada por sus descendientes.

Este gesto, que va más allá de satisfacer una necesidad inmediata, es una mirada hacia el futuro, una manifestación de fe y confianza en las promesas divinas. A pesar de que los patriarcas solo poseían este campo y otro comprado por Jacob en Siquem (Gén. 33:19), su confianza en Dios y su compromiso con su plan nunca flaquearon.

Finalmente, la cueva adquiere un significado especial al convertirse en el sepulcro familiar. No solo descansaron allí Abraham, Isaac, Rebeca y Lea (Gén. 49:31), sino que Jacob también solicitó ser enterrado allí, como un testimonio perdurable de que sus herederos regresarían a la tierra que Dios les había prometido. Por lo tanto, este sepulcro se erige como un símbolo de la confianza y como un lugar que une a las generaciones pasadas y presentes en su lealtad al propósito divino.

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